ROMA, 19 Nov. 10 / 12:34 am (ACI)
En el artículo publicado este miércoles titulado "Defender a todos los perseguidos comenzando por los cristianos de Oriente, el intelectual francés señala que "recientemente he declaro, al margen de una conversación con un periodista de la agencia española Efe, que hoy los cristianos constituyen, en escala planetaria, la comunidad más constante, violenta e impunemente perseguida".
Esta frase, escribe, "ha sorprendido, y ha provocado cierta agitación aquí y allá". Para probar su afirmación enumera diversos casos como la reciente masacre contra los siro-católicos en Irak donde murieron 58 personas, la prohibición del culto cristiano en Irán, la persecución anti-cristiana en la Franja de Gaza, en Sudán, contra los evangélicos en el país africano de Eritrea, el asesinato reciente de un sacerdote en El Congo y la persecución violenta contra los cristianos en la India.
Lévy refiere además la persecución contra los cristianos en Egipto y Argelia, países mayoritariamente musulmanes, y cómo aún existen regímenes comunistas en el mundo que no permiten la plena libertad de culto como Cuba, Corea del Norte y China.
Tras rechazar el antisemitismo y recordar que los judíos también fueron perseguidos pero que esto sí se condena, el pensador recuerda que el Papa Benedicto XVI ha alzado la voz para defender a los cristianos de Oriente que tanto han hecho por la riqueza espiritual de la humanidad.
Ante los cristianos perseguidos, explica Lévy, cabe una de dos actitudes: "o se adhiere uno a la doctrina criminal y loca que hace competir a las víctimas (a cada uno los propios muertos, a cada uno la propia memoria y, entre unos y otros, la guerra de muertos y memorias) y si nos preocupa sólo las ‘propias’ víctimas. O se rechaza (sabemos que en todo corazón hay suficiente espacio para compasión, luto y solidaridad no menos fraternos)".
Y con esa misma energía con que se rechaza esta doctrina criminal, continúa el intelectual ateo, "(casi digo con la misma fe), se denuncia el odio planetario, la ola homicida de la que son víctimas los cristianos, cuya vieja condición de representantes de la religión dominante, o en todo caso, más poderosa, impide tomar verdadera conciencia".
Finalmente Lévy cuestiona: "¿existe acaso permiso para matar cuando se trata de los fieles del ‘Papa alemán’? ¿Un permiso para oprimir, humillar, martirizar, en nombre de otra guerra de las civilizaciones no menos odiosa que la primera?"
"Pues no –concluye–. Hoy es necesario defender a los cristianos".