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segunda-feira, 29 de julho de 2013
terça-feira, 4 de setembro de 2012
Alarma en Italia por la expansión del satanismo... uno de cada 10 jóvenes podría caer en sus redes
In Religión en Libertad
Manuel Guerra, el mayor experto de la
Iglesia española en este tema, asegura que más de 6.000 personas adoran a
Lucifer en nuestro país y ha catalogado hasta 54 grupos diabólicos. La zona de mayor actividad es Levante y
las grandes urbes como Barcelona o Madrid. Pero, sin duda, el país que
sufre más violentamente el satanismo sigue siendo Italia.
En la red de las sectas satánicas
Según una encuesta, uno de cada diez adolescentes italianos corre el riesgo de caer en manos de una secta satánica. Muchos de los jóvenes entrevistados han declarado que si Satán les diera poder y dinero no tendrían problema ninguno en aliarse con él.
Lo ha explicado en «Famiglia Cristiana» el profesor Tonino Cantelmi, psiquiatra y presidente de la Asociación de Psicólogos y Psiquiatras Católicos: «Se sienten atraídos y fascinados por la rebelión y la anarquía, por la práctica del sexo, el consumo desmedido de alcohol y la atracción de la droga. Hay algo muy importante, y es que el satanismo no es ausencia de valores -si fuera así sería mucho más fácil combatirlo- sino un contravalor, la afirmación y el triunfo del valor moral del mal, por desgracia algo profundamente atractivo en los tiempos que corren», explica.
Cuando la fe es sólo fachada
En cuanto al componente religioso, según el profesor Cantelmi, el factor principal es el de rebelión a la religiosidad católica, la mayoría de las veces recibida de los propios padres. Y a veces ni siquiera eso: «Hoy la fe católica se vive a menudo sólo como fachada. La expansión de los grupos satánicos es más una consecuencia de la falta de valores fuertes: los padres han renunciado a su papel de padres y formadores», sostiene.
Cuando se habla de satanismo, viene enseguida a la cabeza la terrible cadena de homicidios, misas negras y rituales satánicos. El más conocido en Italia es el caso de las «Bestias de Satanás», de la zona de Varese, una secta satánica que acabó en 1998 con la vida de dos de sus miembros, Chiara Marino, a la que consideraban la «encarnación de la Virgen María» y a su amigo Fabio, por defenderla. Tenían 16 años.
Michele Tollis es el padre Fabio, víctima de su propia red: «Mi hijo tocaba por los bares. Al principio sólo hacía música “metal”, pero el problema llegó cuando empezó a frecuentar el pub Midnight. Comenzó a componer letras de tipo satánico, vestía de negro y llevaba símbolos extraños, pero a mí eso no me preocupaba.
»Pensé que era el típico síntoma de adolescente rebelde. Además, era buen estudiante, nada problemático», asegura. Una noche, tras una discusión, los líderes de la secta se los llevaron a un bosque y los asesinaron brutalmente. «Fui demasiado ingenuo. Tendría que haber estado más atento al ambiente que frecuentaba mi hijo.
»Cuando ya nada tenía remedio pasé un día por el Midnight y vi que tenían un altar con la figura de Satanás pisando a un hombre. Tenía que haber mirado antes, y no limitarme a ir a buscarlo allí algunos días. Sólo en la fe he encontrado la fuerza suficiente para salir adelante después de todo aquello. Y me ha ayudado especialmente la figura del Padre Pío, al que he encomendado a mi hijo y a mi familia, que gracias a Dios permanece unida», reconoce.
«Satanás es muy astuto»
El padre José Antonio Sayés, profesor en la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos), autor de la obra «El demonio ¿realidad o mito?», asegura que el demonio existe, aunque muchos sacerdotes no crean en él: «Hay una corriente secularizadora en la teología que nace en los años sesenta, que realmente piensa que todo esto se debe a un lenguaje mítico que hoy en día no podemos aceptar en un mundo secularizado.
En un mundo que no necesita a Dios, hablar del demonio sería hablar de algo que el hombre moderno no puede aceptar. Y el sacerdote tiene complejo, miedo a hablar de ello, y también una tremenda ignorancia. Yo, por ejemplo, durante mis años de formación nunca recibí una clase de teología sobre el demonio. Ni en el seminario ni en la Universidad Gregoriana, la de los buenos tiempos que yo conocí. Y he escrito un libro sobre el demonio, porque yo mismo quería tener clara la cuestión», sostiene.
Sin embargo, según el padre Sayés, resulta que curioso que precisamente hoy el mundo moderno esté más inclinado a hablar del demonio que nunca: «Y eso es porque ya ha tocado fondo y empieza a tener miedo. Cuando el hombre se aleja de Dios, le entra miedo. Ve que no se puede dominar el mal y empieza realmente a interesarse sobre este tema.
Hay numerosas sectas satánicas en Italia, por ejemplo, en Turín, donde el arzobispo ha tenido que nombrar a cuatro nuevos exorcistas porque hay unas 40.000 personas involucradas en sectas satánicas», explica.
Insiste en que al demonio, si se vive en paz, no hay que tenerle miedo: «Una persona que sea cristiana, que reza diariamente, que acude a los sacramentos, a la eucaristía y la penitencia, no tiene nada que temer. Creyendo en Cristo no es posible el miedo. Él vino a destruir las obras del diablo y tiene conciencia de que con su muerte, con la obediencia al Padre, que le ha llevado hasta la Cruz, vence al “Príncipe de este mundo”. Contamos con la gracia de Cristo que nace de su misterio pascual para vencer el pecado, para vencer al demonio, para vencer la muerte», explica.
«Al demonio se le puede vencer, pero hay que tener los ojos abiertos», continúa. «Decía Baudelaire, que la mayor astucia del demonio es hacernos creer que no existe porque así trabaja mejor. No hace muchas posesiones diabólicas, porque en un mundo descreído como el nuestro, eso llevaría a la gente a creer en él.
»Si hay una posesión diabólica, por ejemplo, de un joven en la universidad y lo ve todo el mundo, nace un interrogante para todos los estudiantes. El demonio es más astuto: prefiere convencer a los sacerdotes de la que la oración no es tan importante, provocar la división dentro de la fe. Y lo está haciendo bastante bien», concluye.
Pero no todo está perdido. Como dice el profesor Cantelmi, de las sectas satánicas se puede salir: «Todo el que quiera liberarse de esta trampa, debe saber que, además de recibir un apoyo espiritual, debe confiarse a un apoyo psicológico, social y legal, a toda una red de protección. Y no está solo. Siempre habrá gente que le va a ayudar».
En la red de las sectas satánicas
Según una encuesta, uno de cada diez adolescentes italianos corre el riesgo de caer en manos de una secta satánica. Muchos de los jóvenes entrevistados han declarado que si Satán les diera poder y dinero no tendrían problema ninguno en aliarse con él.
Lo ha explicado en «Famiglia Cristiana» el profesor Tonino Cantelmi, psiquiatra y presidente de la Asociación de Psicólogos y Psiquiatras Católicos: «Se sienten atraídos y fascinados por la rebelión y la anarquía, por la práctica del sexo, el consumo desmedido de alcohol y la atracción de la droga. Hay algo muy importante, y es que el satanismo no es ausencia de valores -si fuera así sería mucho más fácil combatirlo- sino un contravalor, la afirmación y el triunfo del valor moral del mal, por desgracia algo profundamente atractivo en los tiempos que corren», explica.
Cuando la fe es sólo fachada
En cuanto al componente religioso, según el profesor Cantelmi, el factor principal es el de rebelión a la religiosidad católica, la mayoría de las veces recibida de los propios padres. Y a veces ni siquiera eso: «Hoy la fe católica se vive a menudo sólo como fachada. La expansión de los grupos satánicos es más una consecuencia de la falta de valores fuertes: los padres han renunciado a su papel de padres y formadores», sostiene.
Cuando se habla de satanismo, viene enseguida a la cabeza la terrible cadena de homicidios, misas negras y rituales satánicos. El más conocido en Italia es el caso de las «Bestias de Satanás», de la zona de Varese, una secta satánica que acabó en 1998 con la vida de dos de sus miembros, Chiara Marino, a la que consideraban la «encarnación de la Virgen María» y a su amigo Fabio, por defenderla. Tenían 16 años.
Michele Tollis es el padre Fabio, víctima de su propia red: «Mi hijo tocaba por los bares. Al principio sólo hacía música “metal”, pero el problema llegó cuando empezó a frecuentar el pub Midnight. Comenzó a componer letras de tipo satánico, vestía de negro y llevaba símbolos extraños, pero a mí eso no me preocupaba.
»Pensé que era el típico síntoma de adolescente rebelde. Además, era buen estudiante, nada problemático», asegura. Una noche, tras una discusión, los líderes de la secta se los llevaron a un bosque y los asesinaron brutalmente. «Fui demasiado ingenuo. Tendría que haber estado más atento al ambiente que frecuentaba mi hijo.
»Cuando ya nada tenía remedio pasé un día por el Midnight y vi que tenían un altar con la figura de Satanás pisando a un hombre. Tenía que haber mirado antes, y no limitarme a ir a buscarlo allí algunos días. Sólo en la fe he encontrado la fuerza suficiente para salir adelante después de todo aquello. Y me ha ayudado especialmente la figura del Padre Pío, al que he encomendado a mi hijo y a mi familia, que gracias a Dios permanece unida», reconoce.
«Satanás es muy astuto»
El padre José Antonio Sayés, profesor en la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos), autor de la obra «El demonio ¿realidad o mito?», asegura que el demonio existe, aunque muchos sacerdotes no crean en él: «Hay una corriente secularizadora en la teología que nace en los años sesenta, que realmente piensa que todo esto se debe a un lenguaje mítico que hoy en día no podemos aceptar en un mundo secularizado.
En un mundo que no necesita a Dios, hablar del demonio sería hablar de algo que el hombre moderno no puede aceptar. Y el sacerdote tiene complejo, miedo a hablar de ello, y también una tremenda ignorancia. Yo, por ejemplo, durante mis años de formación nunca recibí una clase de teología sobre el demonio. Ni en el seminario ni en la Universidad Gregoriana, la de los buenos tiempos que yo conocí. Y he escrito un libro sobre el demonio, porque yo mismo quería tener clara la cuestión», sostiene.
Sin embargo, según el padre Sayés, resulta que curioso que precisamente hoy el mundo moderno esté más inclinado a hablar del demonio que nunca: «Y eso es porque ya ha tocado fondo y empieza a tener miedo. Cuando el hombre se aleja de Dios, le entra miedo. Ve que no se puede dominar el mal y empieza realmente a interesarse sobre este tema.
Hay numerosas sectas satánicas en Italia, por ejemplo, en Turín, donde el arzobispo ha tenido que nombrar a cuatro nuevos exorcistas porque hay unas 40.000 personas involucradas en sectas satánicas», explica.
Insiste en que al demonio, si se vive en paz, no hay que tenerle miedo: «Una persona que sea cristiana, que reza diariamente, que acude a los sacramentos, a la eucaristía y la penitencia, no tiene nada que temer. Creyendo en Cristo no es posible el miedo. Él vino a destruir las obras del diablo y tiene conciencia de que con su muerte, con la obediencia al Padre, que le ha llevado hasta la Cruz, vence al “Príncipe de este mundo”. Contamos con la gracia de Cristo que nace de su misterio pascual para vencer el pecado, para vencer al demonio, para vencer la muerte», explica.
«Al demonio se le puede vencer, pero hay que tener los ojos abiertos», continúa. «Decía Baudelaire, que la mayor astucia del demonio es hacernos creer que no existe porque así trabaja mejor. No hace muchas posesiones diabólicas, porque en un mundo descreído como el nuestro, eso llevaría a la gente a creer en él.
»Si hay una posesión diabólica, por ejemplo, de un joven en la universidad y lo ve todo el mundo, nace un interrogante para todos los estudiantes. El demonio es más astuto: prefiere convencer a los sacerdotes de la que la oración no es tan importante, provocar la división dentro de la fe. Y lo está haciendo bastante bien», concluye.
Pero no todo está perdido. Como dice el profesor Cantelmi, de las sectas satánicas se puede salir: «Todo el que quiera liberarse de esta trampa, debe saber que, además de recibir un apoyo espiritual, debe confiarse a un apoyo psicológico, social y legal, a toda una red de protección. Y no está solo. Siempre habrá gente que le va a ayudar».
quarta-feira, 24 de agosto de 2011
¿Cuántas personas asistían a la vigilia de la JMJ. Las compañías telefónicas contabilizaron 1.560.000 llamadas de móvil simultáneas en el recinto
In Religión Confidencial
Uno de los datos de la JMJ que más parece interesar a los medios informativos es la cifra de asistentes a la vigilia del sábado, en Cuatro Vientos. Mientras unos hablan de un millón, otros apuntan al millón y medio, y no falta quienes llegan a los dos millones de personas. Pues bien, hay un dato incontestable que orienta definitivamente sobre la asistencia: en un determinado momento, las compañías telefónicas contabilizaron en el recinto del aeródromo 1.560.000 llamadas de móvil simultáneas.
quinta-feira, 30 de junho de 2011
Los obispos de Canadá advierten a los jóvenes contra los riesgos de la cultura gay
In Religión en Libertad
Para la Iglesia Católica es justo no discriminar a los gays, (está escrito en el Catecismo desde siempre) y no se puede quitar a los Estados la libertad de discutir sobre la bondad o no de la equiparación de las uniones homosexuales al matrimonio. Mientras por las calles de Nueva York los activistas gays celebran el reconocimiento de las uniones homosexuales, en el cercano Canadá la Conferencia Episcopal aprueba un documento sobre el riesgo de la cultura homosexual.
Para ello se ha creado una comisión constituida por los obispos canadienses que ha elaborado una carta-vademecum sobre el ministerio pastoral dirigida a los jóvenes atraídos por personas del mismo sexo. “Las Sagradas Escrituras y la tradición enseñan que las relaciones sexuales entre personas del mimo sexo no están de acuerdo con la intención original de Dios, expresada en el plano de la creación”, aclara el documento firmado por la Comisión para la Doctrina de la Conferencia Episcopal de Canadá. A las personas que enseñan el catecismo y a los demás educadores católicos les asigna la función de dejar claro que los actos homosexuales son inmorales y producen graves consecuencias para los jóvenes atraídos por personas del mismo sexo . Los padres tienen la responsabilidad moral más grande, educar a sus hijos e hijas en materia de sexualidad humana.
Los puntos de vista más controvertidos
El documento del obispado canadiense afronta todos los puntos de vista más controvertidos sobre el tema de la homosexualidad, comenta la página web canadiense Lifesitenwes.com, sobre todo en lo que se refiere a una “cultura gay” que opone a las enseñanzas de la Iglesia su “estilo de vida agresivo e inmoral”. Según la doctrina católica la homosexualidad designa las relaciones entre hombres o entre mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas de su mismo sexo. Se manifiesta de formas muy variadas a lo largo de los siglos y en las diversas culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicable. Apoyándose en las Santas Escrituras, en la que se presentan las relaciones homosexuales como graves depravaciones, la Tradición siempre ha declarado que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva. Un número importante de hombres y mujeres presenta tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una prueba. Por eso, tienen que ser acogidos con respeto, compasión, delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición. En ningún caso pueden ser aprobadas. La doctrina católica especifica que las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo, educadoras de la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben, gradualmente y con resolución, acercarse a la perfección cristiana.
Lo que dice el Catecismo
El Catecismo de la Iglesia Católica trata la cuestión de la “Castidad y homosexualidad” en los números 2357-2359. Respecto al punto n° 2358, entre la primera versión del año 1992 y el editio typica, normativa, de 1997, hay una diferencia. En el primer texto se habla de “tendencias homosexuales innatas”, mientras que en el texto final se introduce el concepto de “tendencias homosexuales profundamente arraigadas” de las que se habla en la Instrucción publicada por la Congregación para la Educación Católica. La Iglesia dice sí al respeto de la persona homosexual, a la cual, en cuanto persona, se debe dignidad, acogida, ayuda. No se puede de hecho olvidar que la persona humana, en cuanto creada a imagen y semejanza de Dios, precede y trasciende su propia sexualidad, su propia orientación sexual. Las uniones homosexuales no tienen que ser legalizadas por un motivo natural: la ley civil no puede entrar en contradicción con la recta razón sin perder la fuerza de obligar a la conciencia. Las leyes, hechas por los hombres, tienen razón de ley sólo por ser conformes a la ley moral natural, reconocida por la recta razón, y porque respetan en particular los derechos inalienables de cada persona. Las legislaciones favorables a las uniones homosexuales son contrarias a la recta razón porque confieren a la unión entre dos personas del mismo sexo garantías jurídicas análogas a las de la institución matrimonial. Y por un motivo biológico- antropológico: en las uniones homosexuales están del todo ausentes aquellos elementos biológicos y antropológicos propios del matrimonio y de la familia. El Derecho Civil confiere a las parejas unidas en el matrimonio un reconocimiento institucional, ya que tienen la función de garantizar el orden de las generaciones y son por lo tanto de eminente interés público. Las uniones homosexuales en cambio no exigen una específica atención por parte del ordenamiento jurídico, porque no revisten el papel arriba citado por el bien común. Los homosexuales, como personas y ciudadanos, pueden siempre recurrir- como cualquier ciudadano haciendo uso de su autonomía privada- al derecho común para tutelar las situaciones jurídicas de interés recíproco.
Los políticos católicos
¿Y cómo se tienen que comportar los políticos católicos respecto a las legislaciones favorables a las uniones homosexuales? Si se propone por primera vez ante la Asamblea Legislativa un proyecto de ley favorable al reconocimiento legal de las uniones homosexuales, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto tan nocivo para el bien común de la sociedad es un acto gravemente inmoral. En el caso de que esté ya en vigor una ley favorable a las uniones homosexuales, tiene que oponerse de todos los modos posibles y hacer notar su oposición. Si no fuera posible abrogar completamente una ley de este tipo, el parlamentario podría ofrecer lícitamente su apoyo a propuestas dirigidas a limitar los daños de dicha ley y a disminuir los efectos negativos en el plano de la cultura y la moralidad pública, a condición que quede clara y sea conocida por todos su personal y absoluta oposición a dicha ley y que sea evitado el peligro de escándalo. Las leyes civiles son principios que dan estructura a la vida del hombre en el seno de la sociedad, para el bien o el mal.
Estas tienen un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad o de unas costumbres. Las formas de vida y los modelos que expresan no sólo configuran externamente la vida social, sino que también tienden a modificar en las nuevas generaciones la comprensión y la valoración de los comportamientos. La legalización de las uniones homosexuales estaría destinada por lo tanto a ser la causa del ofuscamiento de la percepción de algunos valores morales fundamentales y la pérdida de valor de la institución matrimonial. No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. El matrimonio es santo, mientras las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral y natural. En la Sagrada Escritura las relaciones homosexuales están condenadas como graves depravaciones. Y los obispos canadienses lo recuerdan señalando con el índice la cultura gay.
Para la Iglesia Católica es justo no discriminar a los gays, (está escrito en el Catecismo desde siempre) y no se puede quitar a los Estados la libertad de discutir sobre la bondad o no de la equiparación de las uniones homosexuales al matrimonio. Mientras por las calles de Nueva York los activistas gays celebran el reconocimiento de las uniones homosexuales, en el cercano Canadá la Conferencia Episcopal aprueba un documento sobre el riesgo de la cultura homosexual.
Para ello se ha creado una comisión constituida por los obispos canadienses que ha elaborado una carta-vademecum sobre el ministerio pastoral dirigida a los jóvenes atraídos por personas del mismo sexo. “Las Sagradas Escrituras y la tradición enseñan que las relaciones sexuales entre personas del mimo sexo no están de acuerdo con la intención original de Dios, expresada en el plano de la creación”, aclara el documento firmado por la Comisión para la Doctrina de la Conferencia Episcopal de Canadá. A las personas que enseñan el catecismo y a los demás educadores católicos les asigna la función de dejar claro que los actos homosexuales son inmorales y producen graves consecuencias para los jóvenes atraídos por personas del mismo sexo . Los padres tienen la responsabilidad moral más grande, educar a sus hijos e hijas en materia de sexualidad humana.
Los puntos de vista más controvertidos
El documento del obispado canadiense afronta todos los puntos de vista más controvertidos sobre el tema de la homosexualidad, comenta la página web canadiense Lifesitenwes.com, sobre todo en lo que se refiere a una “cultura gay” que opone a las enseñanzas de la Iglesia su “estilo de vida agresivo e inmoral”. Según la doctrina católica la homosexualidad designa las relaciones entre hombres o entre mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas de su mismo sexo. Se manifiesta de formas muy variadas a lo largo de los siglos y en las diversas culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicable. Apoyándose en las Santas Escrituras, en la que se presentan las relaciones homosexuales como graves depravaciones, la Tradición siempre ha declarado que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva. Un número importante de hombres y mujeres presenta tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una prueba. Por eso, tienen que ser acogidos con respeto, compasión, delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición. En ningún caso pueden ser aprobadas. La doctrina católica especifica que las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo, educadoras de la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben, gradualmente y con resolución, acercarse a la perfección cristiana.
Lo que dice el Catecismo
El Catecismo de la Iglesia Católica trata la cuestión de la “Castidad y homosexualidad” en los números 2357-2359. Respecto al punto n° 2358, entre la primera versión del año 1992 y el editio typica, normativa, de 1997, hay una diferencia. En el primer texto se habla de “tendencias homosexuales innatas”, mientras que en el texto final se introduce el concepto de “tendencias homosexuales profundamente arraigadas” de las que se habla en la Instrucción publicada por la Congregación para la Educación Católica. La Iglesia dice sí al respeto de la persona homosexual, a la cual, en cuanto persona, se debe dignidad, acogida, ayuda. No se puede de hecho olvidar que la persona humana, en cuanto creada a imagen y semejanza de Dios, precede y trasciende su propia sexualidad, su propia orientación sexual. Las uniones homosexuales no tienen que ser legalizadas por un motivo natural: la ley civil no puede entrar en contradicción con la recta razón sin perder la fuerza de obligar a la conciencia. Las leyes, hechas por los hombres, tienen razón de ley sólo por ser conformes a la ley moral natural, reconocida por la recta razón, y porque respetan en particular los derechos inalienables de cada persona. Las legislaciones favorables a las uniones homosexuales son contrarias a la recta razón porque confieren a la unión entre dos personas del mismo sexo garantías jurídicas análogas a las de la institución matrimonial. Y por un motivo biológico- antropológico: en las uniones homosexuales están del todo ausentes aquellos elementos biológicos y antropológicos propios del matrimonio y de la familia. El Derecho Civil confiere a las parejas unidas en el matrimonio un reconocimiento institucional, ya que tienen la función de garantizar el orden de las generaciones y son por lo tanto de eminente interés público. Las uniones homosexuales en cambio no exigen una específica atención por parte del ordenamiento jurídico, porque no revisten el papel arriba citado por el bien común. Los homosexuales, como personas y ciudadanos, pueden siempre recurrir- como cualquier ciudadano haciendo uso de su autonomía privada- al derecho común para tutelar las situaciones jurídicas de interés recíproco.
Los políticos católicos
¿Y cómo se tienen que comportar los políticos católicos respecto a las legislaciones favorables a las uniones homosexuales? Si se propone por primera vez ante la Asamblea Legislativa un proyecto de ley favorable al reconocimiento legal de las uniones homosexuales, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto tan nocivo para el bien común de la sociedad es un acto gravemente inmoral. En el caso de que esté ya en vigor una ley favorable a las uniones homosexuales, tiene que oponerse de todos los modos posibles y hacer notar su oposición. Si no fuera posible abrogar completamente una ley de este tipo, el parlamentario podría ofrecer lícitamente su apoyo a propuestas dirigidas a limitar los daños de dicha ley y a disminuir los efectos negativos en el plano de la cultura y la moralidad pública, a condición que quede clara y sea conocida por todos su personal y absoluta oposición a dicha ley y que sea evitado el peligro de escándalo. Las leyes civiles son principios que dan estructura a la vida del hombre en el seno de la sociedad, para el bien o el mal.
Estas tienen un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad o de unas costumbres. Las formas de vida y los modelos que expresan no sólo configuran externamente la vida social, sino que también tienden a modificar en las nuevas generaciones la comprensión y la valoración de los comportamientos. La legalización de las uniones homosexuales estaría destinada por lo tanto a ser la causa del ofuscamiento de la percepción de algunos valores morales fundamentales y la pérdida de valor de la institución matrimonial. No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. El matrimonio es santo, mientras las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral y natural. En la Sagrada Escritura las relaciones homosexuales están condenadas como graves depravaciones. Y los obispos canadienses lo recuerdan señalando con el índice la cultura gay.
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Casamento,
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Homossexualidade,
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Moral,
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