In Religión en Libertad
Trece de septiembre de 2011: Mary Wagner, católica de 36 años, es condenada a 40 días de cárcel. Otra vez. Ya ha perdido la cuenta de las veces que ha sido arrestada desde la primera, el 1 de febrero de 1999. Pero a ella no le importa: en la cárcel de mujeres ya la conocen, y aprovecha esas estancias para evangelizar. Y para consolar a las presas que han abortado.
Mary es pequeña, delgada, suave, nada amenazadora. Pero muy tenaz. En la JMJ de Denver (EEUU), en 1993, experimentó un despertar espiritual. Su familia era intensamente católica y pro vida, creció con diez hermanos, cuatro de ellos con necesidad de atención especial. Su padre era presidente de la Coalición Campaña por la Vida de la Columbia Británica, en Canadá. Su madre, militante de Birthright ("Derecho a nacer"). Desde que se liberalizó el aborto en Canadá en 1969, su familia acudió a marchas por la vida y rezó por el final del aborto en el país.
Pero en Denver pasó algo. Vio aquellos jóvenes incontables y su alegría especial. Con 19 años, Mary entendió "cómo Dios nos mira y nos ama a cada uno de nosotros de una forma cercana y personal". Siempre había sabido que Dios ama, pero ahora entendía su protección y amor inagotable. Y eso, declaraba ya en una entrevista en el año 2000, "me hace sentir feliz, llena de gozo y puedo vivir como Cristo nos enseñó".
Es decir, de la cárcel al tribunal y del tribunal a la cárcel.
Su crimen es entrar en clínicas abortistas, en la sala de espera, o en el jardín ante la puerta de entrada, y repartir rosas blancas con una tarjeta a las mujeres que hay allí. En ella se puede leer: "Fuiste hecha para amar y ser amada. Tu bondad es más grande que las dificultades. Las circunstancias en la vida cambian. Una nueva vida, aunque sea diminuta, promete un gozo irrepetible. ¡Hay esperanza!".
A veces, les dice: "estamos llamados a amar a todo el mundo". ¡Gravísimo!
Este martes, el juez William Bassel de Toronto la declaró culpable de "un uso y disfrute ilegal" de las instalaciones de la clínica abortista de Bloor West, cerca de Toronto. Y de "retrasar el desarrollo del negocio".
Los testigos dejaron claro que Mary había sido amable, tranquila, pacífica en su trato con las mujeres de la clínica, pero al juez le dio igual.
Cuando la policía se la llevó de la clínica, aún decía a las chicas: "no es demasiado tarde; aún podéis cambiar de opinión. Dios os ama".
El juez Bassel le prohibe acercarse al centro abortista y a sus empleados durante 3 años. Que hay que acumular a otras sentencias anteriores. Es difícil llevar la cuenta. Entra y sale. En la cárcel se porta muy bien. Soltera, sin hijos, pobre... no tiene nada que perder.
En la cárcel de mujeres (primero en Burnaby, en Columbia Británica; después en el centro Vanier, en Ontario) reparte folletos sobre la Biblia y la Iglesia. Escucha a las mujeres que han abortado (el 90% de las presas), llora con ellas, reza con ellas. Para cuando salgan, les recomienda centros que ayudan a la mujer a superar el trauma post-aborto. Recibe visitas y cartas. La gente pro-vida le visita, como hacían los primeros cristianos con sus presos encarcelados por el César. Mary reza mucho: ¿dónde la quiere enviar Dios la próxima vez?
En agosto la detuvieron de nuevo: dos policías ante un centro abortista. Mientras se decidían a llevársela ella rezaba el rosario sentada en la acera. Había entrado en la sala de espera a ofrecer a las chicas folletos con ayudas, con alternativas al aborto.
En marzo, después de 48 días de cárcel, Mary pudo efectuar en Toronto una de sus jugadas habituales. Siempre rechaza tener abogado, pide defenderse ella misma, y allí, en la vista pública, en vez de hablar de sí misma, en vez de defenderse, lee una breve declaración contra el aborto que suele llegar a manos de la prensa local.
"Ese negocio existe casi exclusivamente para destruir a los niños en el vientre de su madre; bajo el disfraz de ayuda a la mujer, se mata a bebés indefensos, y sus madres quedan heridas. Intentaba llegara las mujeres que consideran el aborto como una solucióna las circunstancias difíciles que atraviesan. Mi presencia era pacífica, y nace del reconocimiento del hecho de que una nueva vida humana existe desde la concepción", lee.
Normalmente, en este momento pide un minuto de silencio para recordar "a mis hermanos y hermanas destruidos por el aborto". En Columbia Británica algún juez se lo concedió, pero en Toronto siempre se lo deniegan.
En noviembre de 1999 la arrestaron por primera vez por violar el "área de seguridad" de un centro abortista. Fueron sus primeras navidades en la cárcel.
Además de repartir rosas, a veces exhibe carteles de la Madre Teresa de Calcuta que invitan a optar por la vida. Ella es una de sus fuentes de inspiración. Los grupos pro vida de Canadá aseguran que Mary Wagner tiene un don especial para hacer el apostolado pro vida ante las clínicas, porque por su dulzura y suavidad puede acercarse con tacto a las mujeres que acuden a esos centros.
Para escribir a Mary Wagner a prisión:
Vanier Centre for Women
665 Martin St
Milton, Ontario
L9T 5E6
CANADA