Él sí entendía qué cosa es una verdadera reforma de la liturgia, escribe  Benedicto XVI en un mensaje que es un severo reproche a la jerarquía  católica italiana. Donde siguen prevaleciendo, en campo litúrgico, los  opositores de Ratzinger    
   por Sandro MagisterIn www.chiesa.espressonline.it ROMA, 12 de noviembre del 2010 – Los últimos dos Papas, en repetidas  ocasiones, han señalado a la Iglesia italiana y su episcopado como un  "modelo" para otras naciones.
Pero hay un aspecto en el cual la Iglesia italiana no brilla. Es el de la liturgia.
Ello  se entiende de la severa lección que Benedicto XVI ha impartido a los  obispos italianos reunidos en Asís en asamblea general del 8 al 11 de  noviembre, una asamblea que tiene al centro el examen de la nueva  traducción del misal romano.
En el mensaje que ha dirigido a los  obispos la víspera de la asamblea, el Papa Joseph Ratzinger no se ha  limitado a los saludos y a los buenos augurios. Ha entrado directamente  en el tema. Ha dictado él mismo los criterios para una "verdadera"  reforma litúrgica.
"Todo verdadero reformador – ha escrito – es  un obediente de la fe: no se mueve de manera arbitraria, ni se arroga  ningún juicio personal sobre el rito; no es el amo, sino el custodio del  tesoro instituido por el Señor y confiado a nosotros. La Iglesia entera  está presente en cada liturgia: adherirse a su forma es condición de  autenticidad de lo que se celebra".
El Papa ha puesto de ejemplo  de genuina reforma litúrgica el Concilio Lateranense IV de 1215, que  puso en mano a los sacerdotes el "Breviario" con la liturgia de las  horas y reforzó la fe de la presencia real de Cristo en el pan y en el  vino eucarísticos.
Eran los tiempos de san Francisco de Asís. Y  Benedicto XVI dedicó buena parte de su mensaje a ilustrar a los obispos  italianos el espíritu con el que el gran santo obedeció aquella reforma  litúrgica, e hizo obedecer a sus frailes.
Se sabe que san  Francisco es uno de los santos más populares y universalmente admirados.  Es un modelo también para aquellos católicos que quieren una Iglesia  más espiritual y "profética" que institucional y ritual. En el campo  litúrgico, estos católicos propugnan una mayor creatividad y libertad.
Pero  Benedicto XVI ha mostrado, en el mensaje, que la orientación del  verdadero san Francisco era totalmente distinta. Él estaba profundamente  convencido de que el culto cristiano deba corresponder a la "regla de  la fe" recibida, y de este modo dar forma a la Iglesia. Primero que  todos, los sacerdotes deben fundar su propia santidad de vida en las  "cosas santas" de la liturgia.
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Curiosamente, los obispos  italianos a los cuales el Papa ha dirigido esta lección se habían  reunido esta vez precisamente en Asís, la ciudad de Francisco.
Y es obispo de Asís Domenico Sorrentino, un experto de liturgia, pero no de la línea cercana a la de Ratzinger.
En  el 2003 monseñor Sorrentino fue nombrado secretario de la congregación  vaticana para el culto divino. Pero duró sólo dos años. Ratzinger, hecho  Papa recientemente, lo transfirió a Asís y en su lugar llamó un  fidelísimo suyo en materia litúrgica, Malcolm Ranjith, de Sri Lanka, hoy  obispo de Colombo y cardenal de inminente nombramiento.
Antes  del 2003, por cinco años, había sido secretario de la congregación para  el culto divino otro italiano experto en liturgia, Francesco Pio  Tamburrino, monje benedictino. Pero también él era de línea contraria a  la del entonces cardenal prefecto de la congregación, el "ratzingeriano"  Jorge Arturo Medina Estévez. Y en efecto, también él fue removido y  transferido a una diócesis, la de Foggia.
Sorrentino y Tamburrino  son dos figuras sobresalientes de la comisión para la liturgia de la  conferencia episcopal italiana. Pero en esta comisión, hasta hace poco  tiempo, estaba también monseñor Luca Bradolini, obispo de Sora,  distinguido por haber proclamado una suerte de "luto" de protesta cuando  en el 2007 Benedicto XVI emanó el motu proprio "Summorum pontificum"  que liberalizaba el uso del rito antiguo de la misa.
Al elegir  los miembros de la comisión para la liturgia, los obispos italianos  siempre han dado preferencia a sus colegas de esta tendencia, cuyos  inspiradores han sido los artífices de la reforma litúrgica seguida  después del Concilio Vaticano II, en particular el cardenal Giacomo  Lercaro y el principal ideador y ejecutor de aquella reforma, monseñor  Aníbal Bugnini.
Los resultados negativos de aquella reforma son  aquellos contra los que arremeta Benedicto XVI. Pero ya Pablo VI vio sus  abusos, y se sintió tan adolorido por ellos que en 1975 removió a  Bugnini y lo mandó al exilio en Irán como nuncio apostólico.
Pero  el sentimiento de la mayoría de los obispos y del clero italiano sigue  siendo influenciado hasta ahora por "la línea Bugnini". En Italia son  raros los excesos que se registran en otras iglesias de Europa, pero el  estilo predominante de las celebraciones es más "asamblear" que "mirando  al Señor", como el Papa quiere que sea.
La conferencia episcopal  italiana es un caso especial, respecto a todas las otras. Tiene un  vínculo directo con el obispo de Roma. Y efectivamente su presidente no  es elegido sino nombrado por el Papa.
El 8 de noviembre, en la  introducción a los trabajos de la conferencia episcopal en Asís, el  actual presidente, el cardenal Angelo Bagnasco, ha citado un comentario  de Ratzinger al hecho que el Concilio Vaticano II dedicó su primera  sesión precisamente a la liturgia:
"Comenzando con el argumento  de la liturgia, se ponía inequívocamente a la luz el primado de Dios, la  prioridad absoluta del tema 'Dios'. Antes que todo Dios: esto es lo que  quiere decir el hecho de iniciar con la liturgia. Donde la mirada a  Dios no es determinante, todo lo demás pierde su orientación".
Pero  para entender más a fondo cual es el sentido de la "reforma de la  reforma" querida por el Papa Ratzinger, a continuación presentamos lo  que ha escrito sobre la liturgia a los obispos.
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"TODO VERDADERO REFORMADOR ES UN OBEDIENTE DE LA FE"
Del mensaje de Benedicto XVI a los obispos italianos reunidos en asamblea general
[...]  1. En estos días os habéis reunido en Asís, la ciudad en la cual "nació  al mundo un sol" (Dante, Paraíso, Canto XI), proclamado por el  venerable Pío XII patrón de Italia: san Francisco, que conserva intactas  su frescura y su actualidad – ¡los santos no nunca tienen ocaso! – por  haberse conformado totalmente a Cristo, de quien fue icono vivo.
Como  el nuestro, también el tiempo en el que vivió san Francisco estaba  marcado por profundas transformaciones culturales, favorecidas por el  nacimiento de las universidades, por el desarrollo de los comunes y por  la difusión de nuevas experiencias religiosas.
Precisamente en  aquella estación, gracias a la obra del Papa Inocencio III – el mismo de  quien el Pobrecillo de Asís obtuvo el primer reconocimiento canónico –  la Iglesia inició una profunda reforma litúrgica.
El Concilio  Lateranense IV (1215) es expresión eminente de ello, que cuenta entre  sus frutos el "Breviario". Este libro de oración acogía en sí la riqueza  de la reflexión teológica y de la experiencia de oración vivida del  milenio anterior. Adoptándolo, san Francisco y sus frailes hicieron  propia la oración litúrgica del sumo pontífice: de este modo el santo  escuchaba y meditaba asiduamente la Palabra de Dios, hasta hacerla suya y  llevarla luego a las oraciones de las que él es autor, como en general  en todos sus escritos.
El mismo Concilio Lateranense IV,  considerando con particular atención el sacramento del altar, introdujo  en la profesión de fe el término "transustanciación", para afirmar la  presencia real de Cristo en el sacrificio eucarístico: "Su cuerpo y su  sangre están contenidos verdaderamente en el sacramento del altar, bajo  las especies de pan y de vino, ya que el pan es transustanciado en el  cuerpo y el vino en la sangre por poder divino (DS, 802).
De  asistir a la santa misa y de recibir con devoción la santa comunión  brota la vida evangélica de san Francisco y su vocación a recorrer el  camino de Cristo Crucificado: "El Señor – leemos en el Testamento de  1226 – me dio tanta fe en las iglesias, que simplemente rezaba y decía  así: Te adoramos, Señor Jesús en todas tus iglesias que están en el  mundo entero y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste el  mundo" (Fuentes Franciscanas, n. 111).
En esta experiencia  encuentra su origen también la gran deferencia que llevaba a los  sacerdotes y la consigna dada a los frailes de respetarlos siempre y de  todos modos, "porque del altísimo Hijo de Dios no veo otra cosa corporal  en este mundo, que no sea el Santísimo Cuerpo y Sangre, que sólo ellos  consagran y sólo ellos administran a los otros" (Fuentes Franciscanas,  113).
Frente a tal don, queridos hermanos, ¡qué responsabilidad  de vida se sigue consecuentemente para cada uno de nosotros! ¡"Cuidad  vuestra dignidad, frailes sacerdotes – recomendaba Francisco – y sed  santos porque Él es santo" (Carta al Capítulo General y a todos los  frailes, en Fuentes Franciscanas, n. 220)! Sí, la santidad de la  eucaristía exige que se celebre y se adore este misterio siendo  concientes de su grandeza, importancia y eficacia para la vida  cristiana, pero exige también, de cada uno de nosotros, pureza,  coherencia y santidad de vida, para ser testigos vivos del único  sacrificio de amor de Cristo.
El santo de Asís no cesaba de  contemplar cómo "el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, se humilló  así, hasta el punto de esconderse, para salvación nuestra, en poca  apariencia de pan" (ibid., n. 221), y con vehemencia pedía a sus  frailes: "Os ruego, más que si lo hiciese por mí mismo, que cuando  conviene y lo veáis necesario, supliquéis humildemente a los sacerdotes  que veneren sobre toda cosa al Santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro  Señor Jesucristo y los santos nombres y las palabras escritas por él que  consagran el cuerpo" (Carta a todos los custodios, en Fuentes  Franciscanas, n. 241).
2. El auténtico creyente, en todo tiempo,  experimenta en la liturgia la presencia, el primado y la obra de Dios.  Ella es "veritatis splendor" (Sacramentum caritatis, 35), acontecimiento  nupcial, pregustación de la ciudad nueva y definitiva y participación  de ella; es vínculo de creación y de redención, cielo abierto sobre la  tierra de los hombres, paso del mundo a Dios; es Pascua, en la cruz y en  la resurrección de Jesucristo; es el alma de la vida cristiana, llamada  al seguimiento, reconciliación que mueve a la caridad fraterna.
Queridos  hermanos en el episcopado, vuestro encuentro pone al centro de los  trabajos de la asamblea el examen de la traducción italiana de la  tercera edición típica del Misal Romano. La correspondencia de la  plegaria de la Iglesia (lex orandi) con la regla de la fe (lex credenti)  plasma el pensamiento y los sentimientos de la comunidad cristiana,  dando forma a la Iglesia, cuerpo de Cristo y templo del Espíritu. Cada  palabra humana no puede prescindir del tiempo, incluso cuando, como en  el caso de la liturgia, constituye una ventana que se abre más allá del  tiempo. Dar voz a una realidad perennemente válida exige por lo tanto el  sapiente equilibrio de continuidad y novedad, de tradición y  actualización.
El Misal mismo se pone dentro de este proceso. De  hecho, cada verdadero reformador es un obediente de la fe: no se mueve  de manera arbitraria, ni se arroga ningún juicio personal sobre el rito;  no es el amo, sino el custodio del tesoro instituido por el Señor y  confiado a nosotros. La Iglesia entera está presente en cada liturgia:  adherirse a su forma es condición de autenticidad de lo que se celebra.  [...]
Del Vaticano, 4 de noviembre del 2010
Benedicto XVI