quinta-feira, 6 de fevereiro de 2014

Liga Católica en EEUU: Informe malicioso e impreciso de ONU contra Vaticano no tiene fundamento

NUEVA YORK, 05 Feb. 14 / 06:32 pm (ACI).- El director de la Liga Católica en Estados Unidos, Bill Donohue, escribió una aguda crítica al informe que el Comité de los Derechos del Niño de la ONU presentó hoy en el que pide al Vaticano cambiar su postura ante el aborto y la homosexualidad para, supuestamente, superar el problema de los abusos sexuales. El líder católico rebati'o una a una las imprecisiones y mentiras del documento de 15 páginas.

Bill Donohue señala que el texto “no contiene ni una sola nota al pie o cualquier otro modo de explicación, pero sí proporciona una gran cantidad de pruebas en cuanto a su verdadera agenda”. “El comité de la ONU utiliza el abuso sexual de menores como pretexto para su verdadero objetivo: quiere que el Vaticano se someta a su autoridad, y no sólo en los casos que involucran el derecho internacional: quiere la Iglesia Católica cambie el Derecho Canónico y adopte una ética sexual secular. De ese modo, constituye uno de los más ambiciosos esfuerzos jamás efectuados por un comité de la ONU, que es además profundamente ignorante de los datos”.

En la página 3 del informe, prosigue Donohue, “el comité señala que la Santa Sede debe ‘adoptar las medidas necesarias para retirar todas sus reservas y para garantizar la primacía de la Convención [de la ONU] sobre las leyes y reglamentos internos’. (Su énfasis) es bastante explícito: ‘el Comité recomienda que la Santa Sede haga un estudio exhaustivo de su marco normativo, en particular, del derecho canónico, con el fin de garantizar el pleno cumplimiento de la Convención’".

En otras palabras, continúa, “la enseñanza de la Iglesia Católica, el magisterio, es decir, el Papa en comunión con los obispos, debe ceder ante la ONU. Eso equivaldría a pedirle al Congreso de los Estados Unidos que se asegure de que sus leyes se ajusten a las de la ONU”, algo que considera una muestra de una “arrogancia sin par”.

En las páginas 12 y 13, indica Donohue, el comité dice que no solo quiere que la Iglesia Católica cambie sus enseñanzas sobre el aborto y la anticoncepción, sino que también dice la Iglesia tiene que hacer más en cuanto al VIH /SIDA.

“Es dolorosamente obvio que estos especialistas no han pensado bien este asunto. A saber: si todo el mundo siguiera las enseñanzas de la Iglesia en cuanto a la sexualidad, no tendríamos este problema en primer lugar. Para ser exactos, los que adquieren el VIH / SIDA por lo general lo hacen porque viven una vida imprudente, en claro contraste con la súplica de la Iglesia por la abstinencia”.

El comité está tan determinado a mandar a la Iglesia que exige un cambio en el Derecho Canónico y se dirige el Vaticano “para pedir que las escuelas católicas cambien sus libros de texto y eliminen supuestos ‘estereotipos de género’. Esto no sólo es un ejemplo más de su abuso de poder sino que el comité no proporciona una sola evidencia para sostener su exigencia”.

Donohue comenta luego que “alguien debería decirles a estos expertos que el Vaticano no le dice a las escuelas católicas qué libros de texto o planes de estudio debe adoptar. Pero para los fanáticos del control, el delegar es un concepto difícil de entender”.

El comité instruye luego al Vaticano sobre la necesidad de tener "programas de concientización", instando a "la formación sistemática" para aquellos que trabajan con menores. “¿Acaso no saben quiénes comenzaron estas iniciativas? Nosotros no somos los que carecemos de programas de capacitación obligatorios: los culpables se encuentran en otras comunidades religiosas y en las escuelas públicas. Esto explica por qué el abuso sexual no es un problema en las comunidades católicas actualmente como si es un problema en otros lugares. El comité tiene que ponerse al día, suponiendo que tenga un verdadero interés en el tema”.

En la página 8 el comité pide al Vaticano que ponga fin a los castigos corporales, señalando que debe modificar "las leyes, tanto del Derecho Canónico como la de la Ciudad del Vaticano". Irónicamente, la ONU detalla cómo diez mil niños sirios han sido asesinados y torturados en los últimos tres años.
Los niños en Siria, explica Donohue son violados y golpeados "con objetos de metal, látigos y bastones de madera y metal" y también les arrancan las uñas de las manos y los pies. Reciben choques eléctricos en los genitales y son quemados con cigarrillos. La mayoría de estos actos de barbarie son perpetrados por agentes del gobierno. “Sin embargo, no hay una sola demanda para que las autoridades sirias cedan ante la ONU. Allí están demasiado ocupados preguntándose si la hermana Mary Alice está golpeando con una regla a algún alumno inquieto”.

Bill Donohue precisa que “el único intento de aportar pruebas es un fracaso colosal: en la página 7 se cita a las Lavanderías de la Magdalena como una institución que obligó a muchachas a ‘trabajar en condiciones análogas a la esclavitud y fueron a menudo objeto de un trato inhumano, cruel y degradante, así como de abuso físico y sexual’. Esto es una mentira total: el Informe McAleese, una investigación autorizada por el gobierno irlandés, muestra que nada de eso es cierto”.

Finalmente, el informe dice que la Iglesia necesita poner fin a la práctica de las “cajas para bebés”. En muchos países hay estas cajas junto a orfanatos. Se ponen ahí para permitir que muchachas embarazadas fuera del matrimonio o que no pueden cuidar a sus bebés, le permitan a otros criar a sus pequeños.

Esto concluye Donohue, “es una práctica humana, una que se practica ampliamente en Corea del Sur. Lo que no es humano es matar a los bebés en el útero, que es precisamente lo que el comité de las Naciones Unidas recomienda. Por pura demagogia, no hay forma de superar este informe. Es tan malicioso como impreciso”.

L'Onu dichiara guerra alla Chiesa - di Massimo Introvigne

In NBQ 

Il 5 febbraio 2014 il Comitato per i Diritti del Fanciullo delle Nazioni Unite ha diffuso un rapporto di sedici pagine sulla conformità dei comportamenti dello Stato della Città del Vaticano alla Convenzione delle Nazioni Unite sui Diritti dell’Infanzia, cui la Santa Sede ha aderito «con riserva». L’adesione con riserva – che peraltro la Santa Sede aveva affermato di poter superare in futuro – è dovuta al timore che la Convenzione autorizzi un’eccessiva ingerenza di organi delle Nazioni Unite negli affari interni degli Stati sottoscrittori. Per questa stessa ragione il Parlamento degli Stati Uniti non ha mai ratificato la Convenzione, che pure il governo americano aveva firmato nel 1995, così che negli USA non è mai entrata in vigore.

Prima di esaminare il documento – la cui superficialità e faziosità ideologica lasciano davvero perplessi, e giustificano ampiamente le riserve quanto ai rischi d’ingerenza e violazione dei diritti sovrani degli Stati – occorre precisare che cos’è il Comitato per i Diritti del Fanciullo. Si tratta di un corpo di diciotto esperti eletti dagli Stati che hanno aderito alla Convenzione, le cui raccomandazioni non sono giuridicamente vincolanti. Si tratta dunque di una delle innumerevoli commissioni di esperti delle Nazioni Unite, per di più nominata con il «manuale Cencelli» dell’ONU, che tende a dare qualche posticino in qualche commissione a tutti gli Stati.

Tanto per dare un’idea, uno dei diciotto membri, che ha funzione di vice-presidente, è stato designato dall’Arabia Saudita, e fino al 2013 un altro membro veniva dalla Siria, noti esempi di tutela dei diritti umani in genere e di quelli dei bambini – e delle bambine – in specie. Durante l’indagine sulla Santa Sede (anche il suo mandato è scaduto nel 2013) la personalità più in vista, influente e nota del Comitato è stata la peruviana Susana Villarán, sindaco di Lima e cattolica «adulta» in perenne polemica con i vescovi del suo Paese, in particolare con il cardinale arcivescovo di Lima mons. Juan Luis Cipriani, per il suo sfrenato attivismo a favore del «matrimonio» omosessuale, dell’ideologia di genere e dell’aborto. Nota marciatrice dei gay pride, la Villarán si è distinta per i suoi attacchi alla Chiesa in materia di aborto e di omosessualità e ha simbolicamente «sposato» – il «matrimonio» omosessuale in Perù per ora non c’è – coppie di persone dello stesso sesso, fra cui la sua compagna di partito e stretta collaboratrice Susel Paredes e la sua «fidanzata» Carolina. Provocatoriamente, le cerimonie si sono svolte nel Parco dell’Amore di Lima, dove tradizionalmente gli sposi peruviani si fanno fotografare sotto la celebre statua «Il bacio» dello scultore Victor Delfín.

Chiarito dunque con chi la Santa Sede si è trovata ad avere a che fare, leggiamo insieme il bizzarro documento. Il Comitato nota una serie di settori dove la Santa Sede non rispetterebbe la Convenzione sui Diritti dell’Infanzia, e raccomanda al Vaticano le opportune riforme. Esaminiamo i settori principali. Primo: omosessualità – che non c’entra molto con i diritti dell’infanzia, ma viene fatta rientrare affermando che il Comitato si preoccupa di tutelare «gli adolescenti e i bambini gay, lesbiche, bisessuali e transgender». Per difendere questi bambini precoci il Comitato invita la Chiesa a seguire «la dichiarazione progressista rilasciata da Papa Francesco nel luglio 2013» – il famoso «chi sono io per giudicare?», che però si riferiva alle persone, che certo non vanno mai giudicate in quanto tali, e non ai comportamenti o alle leggi – e a ripudiare «i precedenti documenti e dichiarazioni sull’omosessualità». Come questa entrata a gamba tesa nel campo della dottrina morale cattolica rientri nelle competenze di un Comitato per i Diritti del Fanciullo non è veramente spiegato.

Secondo: uguaglianza fra uomini e donne. La Santa Sede è criticata perché non usa sempre un linguaggio «gender inclusive» e perché parla di «complementarietà» del ruolo maschile e femminile, il che implica che i due ruoli siano diversi, il che è contrario all’ideologia che il Comitato vuole imporre.

Terzo: punizioni corporali. Dopo un excursus sulle Case Magdalene irlandesi, che mostra come i membri del Comitato passino troppo tempo al cinema e abbiano visto il pessimo film di Peter Mullan – a parte le imprecisioni, il tema non sembra di bruciante attualità posto che l’ultima di queste case è stata chiusa nel 1996 –, il rapporto si schiera contro qualunque forma di punizione corporale, con considerazioni non solo pedagogiche, che potrebbero essere in parte condivisibili, ma anche teologiche. Si chiede che la Santa Sede «si assicuri che un’interpretazione della Scrittura tale da non giustificare le punizioni corporali si rifletta nell’insegnamento della Chiesa e […] sia incorporata nell’insegnamento e nell’educazione teologica». A prescindere dal merito, è interessante notare come il Comitato pretenda addirittura di dettare alla Chiesa come vada interpretata la Sacra Scrittura.

Quarto: pedofilia. Con una completa assenza di note e riferimenti precisi, si parla di «decine di migliaia» di bambini vittime dei preti pedofili. Sarebbe interessante sapere da dove vengono queste statistiche, mentre si sa da dove vengono certe informazioni contenute nel rapporto su un presunto intervento del 1997 del nunzio in Irlanda monsignor Luciano Storero (1926-2000) perché i vescovi irlandesi nascondessero i preti pedofili alle autorità civili. Vengono da un attacco del 2011 del governo irlandese alla Santa Sede, pieno di inesattezze, cui la Santa Sede – come abbiamo a suo tempo documentato su queste colonne – ha risposto in modo dettagliato.

Intendiamoci: questo giornale ha sempre premesso a ogni discorso sui preti pedofili che purtroppo, come ci hanno insegnato Benedetto XVI e Papa Francesco, la pedofilia nel clero è un dramma reale, non inventato, che non va nascosto e di cui vanno indagate le cause, che derivano anzitutto dal diffondersi di una morale «lassista» e «progressista» nei seminari e tra i sacerdoti. Tuttavia il rapporto riprende statistiche folkloriche e accuse indiscriminate. Loda alcune misure introdotte dalla Santa Sede nel 2013, ma dimentica tutte quelle precedenti, in un maldestro tentativo di contrapporre il Vaticano di Papa Francesco a quello di Benedetto XVI. Soprattutto, si dimentica di dire che queste misure hanno funzionato, e possono costituire anzi un modello per altre istituzioni che hanno gli stessi problemi di pedofilia e che sono assai meno vigorose della Santa Sede nel contrastarli. Mi scuso per lo spot pubblicitario, ma devo rimandare al libro appena uscito che ho scritto con lo psicologo Roberto Marchesini «Pedofilia. Una battaglia che la Chiesa sta vincendo» (Sugarco, Milano 2014), dove si troveranno dati e cifre precise.

Quinto: aborto. Dopo avere evocato il consueto caso pietoso della bambina brasiliana di nove anni che aveva abortito nel 2009, il Comitato «richiede con urgenza alla Santa Sede di rivedere la sua posizione sull’aborto e di modificare il canone 1398 del Codice di diritto canonico relativo all’aborto, allo scopo di precisare le circostanze in cui l’aborto è permesso». A questa «urgenza» ha già risposto Papa Francesco nell’esortazione apostolica «Evangelii gaudium»: s’illude chi si aspetta «che la Chiesa cambi la sua posizione su questa questione. Voglio essere del tutto onesto al riguardo. Questo non è un argomento soggetto a presunte riforme o a “modernizzazioni”. Non è progressista pretendere di risolvere i problemi eliminando una vita umana».

Sesto: contraccezione. La Santa Sede è invitata a «garantire agli e alle adolescenti l’accesso alla contraccezione», che peraltro non è un’alternativa all’aborto, visto che contemporaneamente va loro garantita la «salute riproduttiva» il che, come si è visto, implica modificare la dottrina cattolica sull’aborto.

La Chiesa – lo abbiamo detto – ha più volte riconosciuto le responsabilità di un certo numero di preti e vescovi nel vergognoso dramma della pedofilia, e ha preso misure drastiche che si stanno rivelando efficaci. Questo documento tuttavia è la prova di come la tragedia dei preti pedofili sia usata come pretesto e come clava per aggredire la Chiesa Cattolica e ingiungerle «con urgenza» di cambiare la sua dottrina in materia di omosessualità, aborto e contraccezione, affidando a commissioni di esperti «politicamente corretti» perfino l’interpretazione della Sacra Scrittura.

Il 18 novembre 2013, citando il romanzo Il padrone del mondo di Robert Hugh Benson (1871-1914) Papa Francesco ha denunciato il tentativo totalitario d’imporre alla Chiesa la «globalità egemonica» del «pensiero unico». I poteri forti – fra cui rientrano certamente certi comitati di certe organizzazioni internazionali – ci dicono, ha detto il Papa, che «dobbiamo essere come tutti, dobbiamo essere più normali, come fanno tutti, con questo progressismo adolescente». Poi purtroppo «segue la storia»: per chi non si adegua al pensiero unico arrivano, come ai tempi degli antichi pagani, «le condanne a morte, i sacrifici umani». Sbaglia chi pensa che siano cose di un passato remoto, «Ma voi – ha chiesto il Papa – pensate che oggi non si facciano, i sacrifici umani? Se ne fanno tanti, tanti! E ci sono delle leggi che li proteggono». È perché la Chiesa si oppone a queste leggi che, usando la tragedia – reale – della pedofilia tra il clero come punto di partenza e come pretesto, la si colpisce con aggressioni che stanno ormai diventando intollerabili.