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segunda-feira, 27 de fevereiro de 2012

Europa y los Estados Unidos, después de décadas de deslocalización productiva, ahora deben reindustrializarse - di Ettore Gotti Tedeschi

In news.va

En el mundo occidental la exigencia de desapalancar (deleveraging) la deuda producida en treinta años por familias, empresas, instituciones financieras y Estados está provocando ese fenómeno que, para simplificar, se define recesión, esto es, crecimiento negativo del producto interior bruto. El PIB se contrae porque las familias reducen los consumos, las empresas producen menos, las bancas limitan las intermediaciones, los Estados procuran endeudarse menos. Los capitales disponibles son escasos y más costosos, el crédito es inferior y, subjetivamente, más costoso a causa de las diferencias entre “spread”. La superación de la recesión no será fácil ni realizable a corto plazo.

Austeridad es la expresión que mejor caracteriza esta fase económica del mundo occidental. Pero no hay que descuidar la tentación de transferirla a otros países.

Europa y los Estados Unidos, después de décadas de deslocalización productiva, ahora deben reindustrializarse para sostener la ocupación interna y volver a encontrar una nueva competitividad. Pero, sin mucho capital para las inversiones, se intentará la vía de las reformas a fin de crear mayor productividad y obtener menores despilfarros. Se buscará, en lo posible, reducir la importación de productos y reimportar las producciones. Escenarios distintos de estos permiten prever tensiones sociales difícilmente manejables. Tampoco hay que excluir que se llegue a la devaluación de las monedas y a la protección de sectores económicos considerados estratégicos.

El deseo de no sufrir o de limitar el impacto de la recesión se podrá, por lo tanto, concretar en una transferencia de los problemas a los países emergentes, o sea, a esos mismos países adonde se desplazaron las producciones en el pasado reciente. Con fatiga, en cambio, para poner en marcha el verdadero motor de la recuperación económica occidental: promover al formación de las familias.

El impacto de estas estrategias en los países emergentes podría ser grave porque sus economías, aún frágiles, verían bruscamente reducidas las exportaciones, con la consiguiente disminución de los capitales de entrada. Estas naciones también experimentarán la contracción del PIB y tendrán que procurar que crezca la demanda interna. Pero esta elección podrá producir algunos efectos como el uso de capitales para incrementar las inversiones internas y el crecimiento del poder adquisitivo local, que, en definitiva, significa también un mayor coste del trabajo. Se trata de un proceso que, una vez activado, conducirá al aumento de los precios de los productos exportados y, por lo tanto, a una competitividad más escasa.

En occidente, gracias a las tecnologías, las producciones que necesitan una mano de obra menos costosa encontrarán nueva competitividad y esto requerirá a los países emergentes la especialización en producciones más costosas —no compensable por las tecnologías— que, en cambio, serán cada vez más objeto de competición entre esas mismas naciones, con repercusiones negativas sobre las menos dotadas. Los países emergentes más ricos y tecnológicamente avanzados podrán intentar la penetración en occidente, adquiriendo empresas y produciendo localmente. Pero será indispensable que acepen reglas para ellos completamente nuevas.

Se configuran riesgos de impacto que habrá que manejar estratégicamente para no debilitar a las franjas más vulnerables de la población y a los países más pobres, que precisamente estaban entrando en el ciclo del bienestar, aunque con capacidades limitadas de competición.

Así pues, además de las estrategias occidentales de reindustrialización, es el mundo entero el que debe aliarse para salir juntos de la crisis y consentir que el reequilibrio de la distribución de la riqueza —iniciado con la globalización— pueda llevarse a cabo sin egoísmos, con solidaridad y justicia. El mundo global no puede soportar nuevas deslocalizaciones. Sobre todo de la crisis y de la pobreza.





Vatican Bank president calls for reindustrialization of US, Europe - by Ettore Gotti Tedeschi

In News.Va

In the Western world the need to deleverage the debt produced over 30 years by families, businesses, financial institutions and states is giving rise to that phenomenon which, to simplify things, is called “recession”, namely as an absence of growth of the gross domestic product. The GDP decreases because families consume less, businesses produce less, banks limit their intermediation. States aim to be less indebted. Available capital is scarce and more expensive, credit is less and, subjectively, costs more, because of the differences in the spreads. It will not be easy – nor in the short-term possible – to surmount the recession.

“Austerity” is the word that best describes this phase in the economy of the Western world. But the temptation to transfer it to other countries should not be ignored.

Europe and the United States, after years of productive delocalization must now be reindustrialized in order to sustain internal employment and to rediscover new competition. Yet, with less capital to invest reforms will be introduced to create greater productivity and leave less waste. As soon as possible an effort will be made to reduce imports and to reimport production. Envisaging any other scenario would allow one to foresee social tensions difficult to handle. Reaching the point of the devaluation of the currency and the protection of economic sectors deemed strategic cannot be excluded.

The wish to avoid reaping the consequences of the recession or to limit its impact could result in the transfer of the problems to the developing countries, those very countries, that is, to which in the recent past production was transferred, but striving to give an impetus to the true driving force of Western economic recovery: promoting the formation of the family.

The impact of these strategies on developing countries might be serious, because their still fragile economies might suddenly see their exports reduced with the consequent fall in revenue. These nations too will experience the fall in the GDP and must seek to increase internal demand. Yet this decision could produce such effects as the use of capital to increase internal investments and the growth of local purchasing power which, ultimately, also means the higher cost of labour. This is a process which, once initiated, will lead to an increase in the price of exports and hence to less competitive prices.

In the West, thanks to technology, production which demands cheaper labour will encourage new competition and this will require the developing countries to specialize in more expensive goods – which are not offset by technology – which will, however, increasingly be an object of competition between the nations themselves, with negative repercussions on those less well equipped. The wealthiest and technologically most advanced of the developing countries may try to penetrate the West, purchasing companies and producing on the spot. However, it will be indispensable that they accept rules which for them are quite new.

They represent risks, whose impact they will manage strategically in order not to weaken the more vulnerable sectors of the population and the poorest countries, which were on the point of entering the cycle of well- being, if with limited competitive skills.

In addition to the Western strategies of reindustrialization, therefore, the whole world must join forces if it is to emerge from the crisis and achieve an equitable distribution of wealth – which began with globalization – to be implemented without selfishness but rather with solidarity and justice. The global world cannot sustain further delocalization. Especially of the crisis and of poverty.

2012-02-24 L’Osservatore Romano

segunda-feira, 23 de janeiro de 2012

INTERVISTA/La versione di Gotti Tedeschi: Come fermare il declino dell'Occidente

di Riccardo Cascioli

In La Bussola Quotidiana

“Il mondo di ieri è finito, c’è un grande cambiamento epocale in corso, con un trasferimento di potere e di ricchezza fuori dall’Occidente che per decenni ha governato il mondo. L’Occidente rischia di scomparire, deve reagire formando una grande area economica comune tra Europa e Stati Uniti. Ma concentrarsi sul debito è un grave errore”. Ettore Gotti Tedeschi, presidente dello Ior (Istituto di opere religiose, la Banca vaticana) e studioso di economia ha le idee chiare su quanto sta avvenendo, sulla crisi economica in corso e su come uscirne. Nella sua casa, nel centro di Piacenza, contornati da quadri antichi (“Il più recente è del ‘600”, dice scherzando sulla sua passione per la cultura classica) e da un arredamento semplice ma che sa di storia, ben si comprende che i giudizi sull’attualità vengono da una sapienza che affonda le radici nei secoli.

Cerchiamo allora di capire perché questa crisi economica è il sintomo di un mondo che sta finendo, e come uscirne.
Per uscire da una crisi bisogna fare una diagnosi corretta, perché è come una malattia che corrompe un fisico sano, con un suo equilibrio. Purtroppo però di questa crisi continuiamo a guardare gli effetti anziché le cause. Continuiamo a dire che è dovuta all’eccesso di debito creato dalle banche negli ultimi 20 anni.

E invece?
L’eccesso di credito fatto dal sistema bancario non è l’origine, ma la conseguenza della crisi, perché la vera crisi è il crollo delle nascite e di conseguenza il crollo dello sviluppo sostenibile nel mondo occidentale, Europa e Stati Uniti. Del solo mondo occidentale, che però è quello che ha guidato, ispirato e gestito l’economia mondiale negli ultimi 30 anni. Il debito allora è il modo in cui il mondo occidentale mantiene la crescita dell’economia compensando il crollo delle nascite.

Il Papa parla di crisi morale alla radice della crisi economica.
Infatti. L’aspetto morale che il Papa evidenzia è proprio qui, nel tentativo di far crescere il Pil senza fare figli. Nell’enciclica Caritas in Veritate, nel primo capitolo il Papa cita le due encicliche sociali di Paolo VI, la Humanae Vitae e la Populorum Progressio. La prima dice che senza la centralità della vita non si può fare niente, se l’uomo non è al centro, se la vita non è considerata il principio di ogni cosa, nulla funziona. Nella seconda, che l’uomo non può pensare allo sviluppo solo in termini materialistici. Invece si è voluto mantenere la crescita del Pil facendo indebitare i sistemi economici del mondo occidentale. Ma ripeto: questa è la conseguenza, l’origine è molto più profonda e più importante.

Quindi, come se ne esce?
Se io fossi un governante la mia prima domanda sarebbe: ma se questo è vero che cosa vuol dire per me riportare in sesto i conti e fare ripartire l’economia? Vuol dire ridurre il debito oppure creare le premesse per la crescita?
Sono due cose completamente differenti. Tutti noi continuiamo a guardare il debito e nessuno dice che per far crescere il mondo occidentale bisogna tornare a fare figli e quindi bisogna sviluppare la famiglia, l’amore per la famiglia, l’amore per i figli, non solo spegnere il debito. Puoi spegnere il debito, ma il giorno dopo sei daccapo. E comunque non puoi spegnere il debito se non riattivi la crescita.

Il crollo delle nascite è un processo che va avanti da molto tempo in Occidente. Perché una crisi di questo genere scoppia ora?
Per un motivo molto semplice. Negli ultimi 20 anni ogni paese ha adottato una crescita a debito differente. In Europa – dove ci sono nazioni con forte vocazione al welfare sociale – con il debito di Stato, che è intervenuto direttamente nell’economia. Negli Stati Uniti, di tradizione liberista e perciò ostile al debito di Stato, si è fatta crescere l’economia per 15-20 anni con il debito privato delle famiglie. Ma tutti i debiti – che siano privati: delle famiglie, delle imprese, delle banche; oppure dello Stato – tutti alla fine diventano debito di Stato. Perché se le famiglie non pagano il mutuo e riportano la carta di credito in banca, salta la banca; se salta la banca deve intervenire lo Stato come ha fatto negli Usa nazionalizzando di fatto le banche. Se io faccio crescere il sistema a debito attraverso le imprese o le banche e queste saltano, deve intervenire lo Stato. Quindi tutto, nel medio termine, diventa debito di Stato.
Fino a ieri sui mercati c’era soltanto il debito con cui l’Europa ha finanziato pensioni, sanità, sostegno sociale, c’era un equilibrio consolidato tra domanda e offerta. Ma oggi, lo vediamo in questi giorni, i paesi europei non riescono a collocare il loro debito sui mercati alla scadenza, e lo spread aumenta. Il motivo è che è successa una cosa nuova: a collocare il debito di stato ora ci sono anche gli Stati Uniti, perché gli Usa hanno sostenuto negli ultimi decenni la crescita del Pil con il debito delle famiglie, ma quando le famiglie non hanno pagato, sono saltate le banche – vedi Lehman Brothers –, lo Stato interviene a salvare le banche e si indebita. Ma il debito dello Stato americano sul Pil significa confrontare un debito sul più grande Pil del mondo, dieci volte quello italiano, poco meno del doppio di quello europeo. Allora se il debito sul Pil passa negli ultimi 4 anni dal 60 al 100% è come se aumentasse di tutto il debito di tutta l’Europa. Questo debito, a parte quello sostenuto dalla Fed emettendo carta moneta, è stato collocato sui mercati. Immaginiamo cosa è dunque successo: una massa di debito americano così forte che va sui mercati che tradizionalmente sottoscrivevano solo quello europeo. Quindi si è squilibrata la domanda e l’offerta del debito sovrano. Ecco allora la crisi dell’Europa, la Grecia in ginocchio, l’Italia in difficoltà. Il debito americano vale più del nostro, perché hanno svalutato il dollaro, danno dei tassi interessanti ma soprattutto hanno accordi con lo Stato più grande del mondo. La Cina preferisce sottoscrivere il debito americano piuttosto che quello europeo perché gli Stati Uniti comprano i prodotti cinesi. E’ come sostenere la vendita dei propri prodotti agli Usa.

Se la causa vera della crisi è il crollo demografico, è evidente quale dovrebbe essere la risposta. Che però, anche se venisse – e non sembra che i governi ne siano coscienti – sarebbe una risposta dai tempi lunghissimi. Ma nel breve termine cosa si dovrebbe fare?
L’Europa anzitutto deve recuperare il gap, il divario che la separa dagli Stati Uniti, e che riguarda soprattutto il lavoro. C’è una differenza di produttività intorno al 25%, che si può recuperare solo attraverso delle riforme radicali per rendere la struttura economica meno costosa e più produttiva. Più elasticità nel mondo del lavoro e meno rigidità conseguente, meno relazioni sindacali che proteggono, meno stato assistenziale. Dobbiamo ridurre i costi di un sistema che per decenni è stato assistenziale, costosissimo. E dobbiamo farlo in brevissimo tempo.

Basterebbe?
Bisogna avere coscienza che ormai l’ordine economico mondiale è cambiato. L’Occidente sta rischiando di concludere la sua guida del mondo. Su 7 miliardi di abitanti nel mondo, Europa e Stati Uniti ne contano meno di un miliardo. Il futuro è nella crescita dell’Asia, persino dell’Africa e dell’America Latina perché sono paesi più disponibili a essere produttivi, più disponibili al sacrificio, al lavoro, alla produttività, Noi siamo paesi costosi. Negli ultimi 20 anni non facendo figli, rifiutandoci egoisticamente di crescere il numero della popolazione in Occidente, abbiamo cambiato drammaticamente la struttura delle nostre economie. Per far crescere il Pil siamo diventati sempre più consumatori e sempre meno produttori, condannando l’altra parte del mondo a produrre a basso costo, e con consumi ridotti. Ma questo è un sistema insostenibile, per farlo abbiamo distrutto il risparmio: in Italia, negli anni ’70 si risparmiava tra il 25 e il 30% del reddito, oggi siamo scesi sotto il 5%. Avendo stabilito una crescita economica falsata a debito, senza crescita reale della popolazione, noi abbiamo fatto lievitare in maniera drammatica i costi fissi, ovvero i costi sociali, i costi dello Stato. Come li abbiamo assorbiti questi costi? Aumentando le tasse. Nel 1975 il peso delle tasse sul Pil era il 25%, oggi il 50.

L’Occidente rischia di scomparire, ma è diviso al suo interno. Stati Uniti ed Europa appaiono in concorrenza fra di loro, come anche emerge dal quadro fatto a proposito del debito.
Ci si deve rendere conto che il problema non riguarda solo una parte, ma tutto il mondo occidentale: Stati Uniti ed Europa devono creare un’area unica con criteri di omogeneità. Insieme hanno un Pil che vale la metà del Pil mondiale, ci si deve sostenere per uscire insieme dalla crisi, formare un’area comune con dei criteri di coordinamento economico. Ripeto: oggi siamo di fronte a un grande cambiamento epocale, il mondo di ieri è finito, assistiamo a un trasferimento di potere e di ricchezza fuori dall’area che per 30-40 anni ha governato il mondo. L’Occidente deve reagire in modo equilibrato tenendo conto che sta rischiando di scomparire di non contare più nulla. L’Occidente è importante perché ha sviluppato un sistema di crescita, di equilibrio, di crescita nel mondo che nasce sulle radici cristiane. Quando finirà questo, quali saranno le altre radici culturali su cui si formerà un modello di controllo e di potere economico?

Lei pone quindi anche un problema culturale. Ma non è culturale anche il problema demografico? In fondo fare famiglia, mettere al mondo dei figli non dipende primariamente da questioni economiche, ci vogliono motivazioni che vengono prima.
Questo è vero, ma cultura ed economia si influenzano a vicenda, è difficile dire cosa viene prima. Prendiamo ad esempio la cultura neo-malthusiana, che continua a essere presente da 200 anni, da quando Malthus scrisse i suoi Princìpi, che hanno poi ispirato anche Darwin e la sua teoria sulla selezione della specie (dedicò il suo libro a Malthus). Quelli malthusiani sono princìpi di carattere economico secondo cui la popolazione mondiale rischia di morire di fame se nascono troppi figli. I neomalthusiani degli anni ‘70-’80 del XX secolo, quelli riuniti attorno al Club di Roma predissero che attorno al 2000 o addirittura prima centinaia di milioni di persone sarebbero morte di fame in Asia se la popolazione avesse continuato a crescere con quei ritmi. Questo è un criterio economico che ha creato immediatamente un effetto “palla di neve”, una serie di reazioni di carattere culturale. Come si fa a limitare le nascite? Sicuramente con i contraccettivi ma anche con la distribuzione di una cultura: prima di tutto con l’ostilità per i nuovi nati, potenziali inquinatori, ed ecco la saldatura con il movimento ecologista: più bambini nascono più si inquina perché aumenta la domanda, aumentano i bisogni, quindi più produzione e di conseguenza più inquinamento. Poi l’infatuazione femministica, il ruolo della donna che deve essere migliore, superiore all’uomo, diritto-dovere di lavorare e quindi se fai una cosa non ne fai un’altra. Quindi è diventata una cultura, ma all’origine c’è la teoria malthusiana che è economica. Che a sua volta però è stata probabilmente ispirata da princìpi contro la vita, da una visione che riduce l’uomo ad animale intelligente fatto di carne ma non di spirito.

Al contrario la Populorum Progressio dice che lo sviluppo economico non può essere solo materialistico, l’uomo non è solo animale intelligente che si soddisfa economicamente. Quindi bisogna equilibrare i suoi bisogni spirituali, e di conseguenza le sue esigenze di affetto, di vocazione verso le cose importanti, come sposarsi e mettere al mondo figli.

Certo che ricominciare oggi un processo che sovverta la mentalità anti-natalista in cui siamo immersi non è semplice…
Eppure, guardi, che ci sono indagini statistiche che evidenziano come la maggior parte delle coppie, anche in Europa, desidererebbe avere più figli di quelli che effettivamente hanno. La verità è che le persone hanno la vocazione verso una forma naturale di sopravvivenza: famiglia e figli, una vocazione che non si realizza per paura o per intrinseci problemi economici o per cultura, per abitudine. In fondo basterebbe che i governi concedessero sgravi e incentivi fiscali per la formazione delle famiglie e l’educazione dei figli, per avviare un circolo virtuoso. Dal momento in cui una persona si sposa pensa in termini di crescita della sua famiglia e dei suoi figli, quindi si impegna di più. Se si avvia il ciclo di formazione di una famiglia con la previsione di fare figli, le persone si impegnano di più producono di più, risparmiano di più, creano una base monetaria forte per il sistema bancario. Questo genera una crescita dell’economia, non il consumismo fine a se stesso, che tra l’altro non serve a molto anche perché il 60% dei beni che consumiamo li importiamo.

sexta-feira, 11 de novembro de 2011

Vaticanista: Cardenal Bertone ordena que documentos vaticanos se aprueben en Secretaría de Estado

ROMA, 11 Nov. 11 / 03:28 am (ACI/EWTN Noticias)

El vaticanista italiano Sandro Magister aseguró que el
Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado Vaticano, ha ordenado que de ahora en adelante los documentos de los dicasterios de la Santa Sede sean aprobados por la Secretaría de Estado antes de su publicación.

Magister afirma en su columna del suplemento Chiesa del diario Espresso que la decisión la tomó el Cardenal el pasado 4 de noviembre luego de las criticas que generó un texto del Pontificio Consejo Justicia y Paz publicado el 24 de octubre en el que se proponía una autoridad económica mundial, y que fue presentado por algunos medios como en sintonía con el movimiento internacional de los "indignados".

El vaticanista señala que el Purpurado presidió una "cumbre" en la Secretaría de Estado en la que comentó que solo supo del documento hasta ese día en que fue publicado.

Magister indica luego que "ciertamente, que (el Cardenal) Bertone y los suyos han visto ese documento sólo luego de su publicación es algo que también asombra".

En la conferencia de prensa de la presentación del documento, anunciada desde el 19 de octubre, intervinieron las autoridades del Pontificio Consejo Justicia y Paz y el profesor Leonardo Becchetti, profesor de economía en la Universidad de Roma Tor Vergata y experto de microcrédito y de comercio igual y solidario, "considerado el principal divulgador del documento".

Magister resalta luego que "en cuanto al objetivo principal del documento, nada menos que un gobierno único mundial de la política y de la economía, ha salido del G20 de Cannes (Francia) literalmente destrozado".

"No sólo porque de una utopía semejante no ha hablado nadie, ni siquiera vagamente, sino porque lo poco que se ha decidido en concreto ha ido en dirección contraria. El desorden mundial es hoy mayor que antes y tiene su déficit más grave en la acrecentada incapacidad de los gobiernos europeos de asegurar una ‘gobernanza’ del continente".El vaticanista dice luego que lo que más ha "irritado mayormente a muchos estimables lectores del documento del Pontificio Consejo ‘Justicia y Paz’ es que está en contradicción clamorosa con la encíclica ‘Caritas in Veritate’, de Benedicto XVI".

Magister señala que "en la encíclica, de ninguna manera el Papa Joseph Ratzinger invoca una ‘autoridad pública con competencia universal’ en la política y en la economía, una especie de gran Leviatán que no se entiende cómo ha de ser entronizado ni por quién, lo cual es querido por el documento del 24 de octubre".

"En Caritas in Veritate el Papa habla más propiamente de ‘gobernanza’ (es decir, de reglamentación, en latín "moderamen") de la globalización, a través de instituciones subsidiarias y estratificadas. Esto no tiene nada que ver con un gobierno monocrático del mundo".

Crítica de L’Osservatore Romano

Ettore Gotti Tedeschi, experto economista y presidente del Instituto para las Obras de Religión, el llamado "Banco" del Vaticano, escribió un artículo el 4 de noviembre –el mismo día de la cumbre convocada por el Cardenal Bertone en la Secretaría de Estado– en el diario vaticano L'Osservatore Romano, "un editorial de su autoría que suena como un repudio total del documento del Pontificio Consejo Justicia y Paz".

En ese texto Gotti señala que "los errores de interpretación y la subestimación de la actual crisis económica han sido graves y perduran".

El experto afirma además que "es evaluable –pero esperemos que sea sólo una tentación– un impuesto a la riqueza de las familias, pero sacrificando un recurso necesario para el desarrollo y produciendo al mismo tiempo una injusticia".

Gotti señala que ante la crisis mundial "la solución está en manos de los Gobiernos y de los bancos centrales, que deben llevar a cabo una acción estratégica coordinada de re-industrialización, refuerzo de los organismos de créditos y apoyo a la ocupación. Esto requerirá tiempo, un tiempo de ‘austeridad’ en que se reconstituyan los fundamentos del crecimiento económico".

La nota concluye indicando que son los gobiernos quienes "deben restituir la confianza a los ciudadanos y a los mercados a través de una gobernabilidad adaptada a los tiempos, que además de garantizar la conveniencia técnica, sea a su vez un modelo de liderazgo, es decir, un instrumento para alcanzar el objetivo del bien común".

Para leer el artículo completo de Magister y el de Gotti Tedeschi, ingrese a: http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1350080?sp=y

sábado, 3 de setembro de 2011

Vatican Bank President warns against higher taxes

Noah's horizon - For a real solution to the crisis

by Ettore Gotti Tedeschi

In L' Osservatore Romano

Albert Einstein said that reality, to be explained and confronted, must be simplified rather than made deceptively simple. The ability to simplify complex situations is a quality of leaders; to pass off as simple something which, on the contrary, is complicated is a shortcoming of amateurs. Today it is intuited that an effort is being made throughout the Western world to explain the economic crisis in an apparently simple way, pointing to solutions that are easy to implement in the short term but without wondering whether these presumed solutions might not even exacerbate the crisis.

The public debts contracted by various countries were not produced in comparable contexts so it is impossible to make a similar analysis of them. In fact, the size of the debt, its cost and the possibility of renewing its expiration – variables that are such a cause of anxiety to markets and governments – may only be reduced and absorbed, in a phase of difficulty such as the current time, with economic growth. Without a true strategy for growth - which moreover is in contradiction to the tax levy itself – taxation in all its forms only permits further growth in public spending, inevitable if economic interventions are to be permitted in the absence of development. At a time like this, growth is obtained solely by the appropriate use of the available resources in order to benefit businesses that create wealth and sustainable employment, pay their taxes and thereby make absorption of the debt possible.

During a prolonged crisis, inheritance taxes, new forms of taxation or similar alternatives reduce or wipe out resources for investments, discouraging the trust of investors, penalizing the cost of the public debt and the possibilities of its renewal at its expiration. In this context, imposing taxes on property and on income is equivalent to a suicidal anti-subsidiarity of the state to the citizen. Those who legally possess assets, on which they have paid the proper taxes, have contributed to creating wealth and, thanks precisely to these assets, continue to produce them with investments and consumption.

Further forms of taxation would not be synonymous with solidarity but only with greater public spending and, perhaps, a higher debt and more widespread poverty. High taxes penalize saving, generate distrust in the ability to stimulate recovery, hit families and prevent the formation of new ones, as well as creating uncertainty and precariousness in employment. In short, they lay the foundations for another phase of unsustainable development.

This is the situation to explain, avoiding - to borrow Einstein's words - deceptive simplifications. Every important action, to obtain success, must be clear in its context, in its objectives, clear in assessing the necessary resources and about their organization. Authentic global solutions to the crisis must therefore take into account what gave rise to it, its extent and the time and means required to resolve it. In other words it is necessary to reach a broader horizon. As Noah did when he raised his gaze and succeeded in going beyond himself and in saving humanity.

quinta-feira, 18 de agosto de 2011

Ettore Gotti Tedeschi, the head of the Vatican Bank sees flaws in Western economies

"Among his many useful observation, Tedeschi notes that a strong capitalist economy is predicated on growth, and economic growth requires a steady expansion of both the workforce and the market of consumers--which, in turn, requires growth in the overall population. The Western nations, he observes, are no longer growing in population, and their economic systems are now based not on production but on a steady expansion of consumption and debt."

Read the interview Catholic World Report