para La Nef (Paris), nº 225, abril 2011, pp. 2º s.
Traducción a cargo de la Dra Beatriz de Gobbi
1) Usted tituló uno de sus libros precedentes La deriva totalitaria del liberalismo : ¿podría explicar lo que usted entiende por ello ?
Cuando hemos asistimos al fracaso del sistema soviético de gobierno, somos testigos de la emergencia de una tendencia totalitaria resultante de la ideología liberal. Cuando examinamos las dos ideologías –la comunista por un lado, la liberal por otro lado– constatamos que a primera vista hay una gran diferencia entre las dos. En realidad, las dos ideologías tienen una característica común: ellas exaltan la lucha, la supervivencia del más apto. De donde la audiencia de autores como Peter Singer. En el sistema comunista, la lucha de clases consagra la victoria del más fuerte. Pero cuando miramos lo que pasa en la ideología liberal, encontramos la misma dinámica, la de la competencia desenfrenada y de la supervivencia. El mercado subsiste pero importantes instrumentos que deberían regularlo están detenidos. Este no es más una realidad humana con sus intercambios y sus leyes. Es un campo de batalla donde se oponen las fuerzas de los más débiles y las de los más potentes. Los que tienen el derecho de sobrevivir, son los que tienen la capacidad de consumir y de producir.
2) En dos libros siguientes (El Evangelio frente al desorden mundial y La cara oculta de la ONU), usted denuncia particularmente la nueva concepción de los derechos del hombre preconizada por la ONU : ¿ es siempre de actualidad y podría usted explicarnos sucintamente lo que está en juego?
Hemos entrado en una nueva revolución cultural. La ONU está instalando una concepción nueva del derecho. Las verdades fundadoras de la ONU concernientes a la centralidad del hombre en el mundo, expuestas en la Declaración de 1948, son poco a poco desactivadas. Según la nueva concepción onusiana del derecho, ninguna verdad sobre el hombre se impone a todos los hombres. Los derechos del hombre ya no son reconocidos como verdades ante las cuales uno se inclina; son el objeto de procedimientos, de decisiones consensuales. Nosotros negociamos y, al término de un procedimiento pragmático, decidimos, por ejemplo, que el respeto de la vida se impone en tales casos pero no en otros, que la eutanasia debe ser liberalizada, que las uniones homosexuales tienen los mismos derechos que la familia monógama y heterosexual, etc. Así nacen los así llamados « nuevos derechos del hombre », siempre renegociables al gusto de los intereses cambiantes de los que pueden hacer prevaler su voluntad.
Para aclimatar esos « nuevos derechos » y sobre todo la concepción del derecho que les es subyacente, dos ejes de acción deben ser privilegiados. Hay en primer lugar que debilitar a las naciones soberanas, porque ellas están normalmente en primera línea cuando se trata de proteger los derechos inalienables de sus ciudadanos. A continuación, en las asambleas internacionales, hay que obtener el más amplio consenso posible. Una vez adquirido, el consenso puede ser invocado para hacer adoptar convenciones internacionales, pactos o protocolos, que adquirirán fuerza de ley en los Estados que los ratificaron. Así se constituye poco a poco un derecho internacional puramente positivista y piramidal, inspirado en Kelsen. A este derecho, y a él solo, le incumbirá validar los derechos nacionales particulares.
3) El mito de la superpoblación siempre resiste: ¿ qué se puede responder hoy día a los que continúan a temer la superpoblación, pretexto a veces fácil para imponer programas contraceptivos, e incluso de aborto ?
Lo que se ignora demasiado frecuentemente, es que la gran causa del aumento de la población, es el aumento de la esperanza de vida. En todas partes del mundo, los hombres y las mujeres viven hoy en día más tiempo que hace 50 o 100 años. Los hombres que hoy viven hasta 80 años ocupan la tierra dos veces más tiempo que los que, antiguamente, podían esperar vivir 40 años. Este aumento resulta de un mejoramiento general de las condiciones de vida y en particular de los progresos de la medicina.
Además, a pesar de lo que se oculta generalmente, se observa actualmente, en todas las partes del mundo, una tendencia a la baja de la fecundidad. Ya en 1997, la División de la Población de la ONU reconoció este hecho. La fecundidad es el número medio de hijos que una mujer tiene durante el período fecundo de su vida, de 15 a 49 años. El número medio de hijos por mujer disminuye en el mundo entero. Constatemos: la población mundial está distribuida sobre más de 200 países. En más de un tercio de esos países, el índice de fecundidad es de 2,1 hijos por mujer, o incluso menos. Para que una población se renueve, es necesario en efecto que cada mujer tenga al menos 2,1 hijos. A término, esta situación pone en peligro en futuro de la humanidad.
4) El tema del desarrollo sostenible es hoy en día mencionado en todos los discursos políticos. Mucha gente propaga declaraciones alarmistas con respecto al medio ambiente. Algunos llegan hasta a proponer permisos de procrear…
Actualmente, es a menudo en nombre de la « superpoblación » que se invoca la noción de desarrollo sostenible para asegurar que la tierra está superpoblada. Para respetar el medio ambiente, habría que definir ciertas cuotas de hombres admitidos a existir. No se podría superar un cierto número de habitantes sobre la tierra, porque esta no sería capaz de soportar una población mundial que llegue a saturación. Ahora bien este tipo de visión maltusiana está desprovista de fundamento científico. Nadie está en condiciones de fijar límites a la creatividad humana. Los hombres tienen una capacidad de invención indefinida e indefinible, muy palpable en el dominio alimentario. Tambien en materia de energía, se dice que el petróleo va a agotarse; ello es probable. Pero ¿cuándo? Observemos que los hombres no siempre conocieron el petróleo ni vivieron con este, y que en segundo lugar, el hombre probó que era capaz de descubrir y de explotar nuevas fuentes de energía.
En resumen, la evolución de dos indicadores demográficos mayores, la esperanza de vida y la fecundidad, confirma que no hay peligro de « explosión » demográfica. Lo que, en cambio, justifica una viva preocupación, es el aumento en nuestras sociedades de la proporción de ancianos en relación a los jóvenes.
5) En Los ídolos de la modernidad, usted escribe que « la modernidad aparece como la edad de oro del mito del progreso » : a pesar de la crisis, ¡ este mito parece todavía tenaz ! ¿ Dónde estamos hoy y cómo alumbrar a nuestros contemporáneos sobre las calles sin salida donde nos llevan las utopías de ese « mito del progreso » ?
Dopado por los descubrimientos en el dominio de las ciencias fisicoquímicas, después biomédicas, el hombre moderno desarrolló una creencia en el carácter inevitable del progreso entendido como avance de los conocimientos y del bienestar del hombre. La idea de misterio es rechazada. Las verdades religiosas son prejuicios. Grotius ya había excluido a Dios de las relaciones entre naciones, por motivo de que las religiones son causa de guerras. En adelante, Dios es excluido de la investigación científica. Su existencia o su inexistencia son cuestiones sin interés, « metafísicas ». La religión sólo tiene para ofrecer un revoltijo de prejuicios. Apoyados por ciertos « filósofos », esos descubrimientos instalan la convicción que nada puede escapar a la comprensión de la razón humana. La idea de misterio es rechazada. El progreso está así, pues, pensado en términos estrictamente inmanentistas. El mundo es un caos: ¡afortunadamente que el hombre esta ahí para poner allí el orden! El hombre va en fin a hacer progresos, gracias a sus solas fuerzas, gracias a lo que él tiene ya en mente en los diferentes dominios del saber y las diferentes esferas del actuar. Por sus propios medios, los hombres – o al menos algunos de entre ellos – van hasta acceder a la Luz. De donde el surgimiento de nuevos cientismos que prometen resolver los problemas de sentido que ni la religión ni la metafísica habían podido resolver. A esos hombres iluminados cabrá la misión de guiar la sociedad humana hacia el bienestar y la felicidad.
Fundamentalmente, esta concepción del progreso está muy presente en los QG de la gobernanza mundial. Ella está en el origen de una tecnocracia altiva, que no tiene consideración ni por los ciudadanos, ni por las naciones soberanas. Hoy día no obstante, la mayor parte de los sabios abandonó la concepción inmanentista del progreso. A la inversa de esta, los hombres de hoy piensan que hay un orden en el mundo, y que somos capaces de descubrir este orden poco a poco.
6) Finalmente, el gran problema de Occidente, no es simplemente el rechazo de Dios, con todo lo que esto implica ?
La indiferencia frente a la verdad se volvió una de las características de las sociedades occidentales. « Todas las verdades se valen » : es el « pluralismo », que se llamaba a veces « tolerancia doctrinal », que va de par con el agnosticismo de principio. Esta indiferencia es hoy día la debilidad mayor de nuestras sociedades. Para suplir esta debilidad, se recurre a un truco : la regla de la mayoría. Lo que no debería ser sino que una regla de funcionamiento se vuelve la referencia ultima para fundar las normas jurídicas. Se pide todo a la sola voluntad de la mayoría. Triunfo póstumo de Rousseau e imperio de la voluntad general, en un sentido. A esta mayoría se le atribuye la capacidad de asegurar a las leyes una « santidad » civil, en virtud de la cual, para ser buen ciudadano, hay que respetar incondicionalmente la ley, a pena de ser acusado de insociabilidad y condenado como tal. Ya no hay más lugar para una instancia superior que pueda ser invocada para contestar la ley, cualquiera que ella sea. La relación se vuelve así aleatoria entre la ley positiva y el requerimiento de justicia.
7) ¿ Este rechazo de Dios es inherente a la modernidad ? Dicho de otra forma, la modernidad caracterizándose por la emancipación del hombre de toda tutela superior (ley natural, ley divina), ¿ el rechazo de Dios no es necesario para que el hombre sea el amo ?
Muchos de nuestros contemporáneos creen que Dios es un obstáculo a su felicidad. Dios sería una traba a la libertad humana. Esos hombres rechazan la idea de dependencia; ellos rechazan a priori la idea de creación. Para ellos, ser creado, es vivir en la dependencia, y vivir en la dependencia, es ser esclavo. Al esclavo, por tanto, de matar al amo. En esta perspectiva, ver en la creación la primera revelación es en adelante desprovisto de sentido. Ver en el ser humano la imagen de Dios es igualmente desprovisto de sentido. La única ley que debe ser seguida, es la de la naturaleza entendida en sentido puramente material. Ahora bien esta naturaleza es violenta : ella selecciona eliminando los menos aptos. Es a esta naturaleza, exaltada en la Carta de la Tierra y celebrada bajo el vocablo de Gaïa, que los hombres deben en adelante someterse pues ellos son el producto de una evolución puramente material, y ellos retornarán a la tierra en una muerte definitiva. La cultura de la muerte comenzó cuando los hombres decretaron la muerte del Padre. Ello permite comprender que esta cultura es una rebelión contra Dios y contra el hombre que es su imagen.
8) ¿ Cómo una democracia pluralista y laica puede "integrar" a Dios ?
Comencemos por deshacer la confusión, sabiamente mantenida, que pesa sobre las palabras laicismo y laicidad. El laicismo, es en primer lugar una doctrina integralmente racionalista que intenta destruir toda creencia religiosa. Es también un conjunto de movimientos que se activan a generalizar ce racionalismo religioso. Por laicidad, se entiende la separación de las dos esferas, política y religiosa. Hace mucho tiempo que, en nuestras sociedades occidentales, el poder político no invade el poder religioso, ni vice-versa.
Es sobre el fondo de esta distinción entre laicismo y laicidad que surge la cuestión de la democracia. Las grandes declaraciones de los derechos del hombre fueron proclamadas por el poder político. Esos documentos, de los cuales varios invocan a Dios, son fundadores de la democracia moderna, que se define esencialmente por el reconocimiento, por el cuerpo social entero, del derecho de todo hombre a vivir, y a vivir en la dignidad. Ahora bien esta concepción de la democracia se acerca al fundamento del cristianismo: todos los seres humanos son hijos del mismo Padre, y por ello mismo son todos iguales en dignidad. Sobre esta base, un diálogo constructivo puede abrirse entre las diferentes religiones monoteístas y con ciertos ateos a fin de combatir la barbarie. Cuando se hace vacilar el reconocimiento de esta dignidad, se corre peligro de volver a los privilegios, a las injusticias y a las crueldades de los siglos de hierro.
9) Una de las consecuencias de la emancipación del hombre es la locura que caracteriza las costumbres con todos los ataques contra la familia que resultan de ello, tema que usted abordó frecuentemente : ¿ qué se puede hacer hoy día contra esta evolución deletérea que parece como inevitable ? ¿ Qué signos de esperanza ve usted ?
Mucha gente comienza a tener un sentimiento de hastío frente a legislaciones que exaltan las pasiones y los intereses individuales. Si la gente es tan feliz como se lo asegura en nuestra sociedad permisiva, ¿cómo explicar el aumento del número de suicidios, en particular entre los jóvenes? A fuerza de querer agradar a los individuos, el Estado crea situaciones de precariedad a las cuales es incapaz de aportar una solución. Observen simplemente la miseria engendrada por la depreciación de la familia por el Estado. Los Estados legislan y dan a pensar que los deseos de los hombres coinciden con sus derechos. Hay que volver a la concepción personalista del hombre, es decir del hombre abierto al prójimo, consciente de lo que él puede ofrecer al prójimo y recibir del prójimo. No hay solución milagro fuera de una vuelta a la verdad. Para construir una civilización del amor, es necesario que redescubramos que, en el plan de Dios, el hombre es el pastor del hombre.
Traducción del francés a cargo de la Dra Beatriz de Gobbi, Bioquímica, Universidad de Buenos Aires.
Referencias a los libros citados de Michel Schooyans
La dérive totalitaire du libéralisme, Livre de 352 pp., 2e éd., Ouvrage honoré d'une Lettre personnelle de SS. le Pape Jean-Paul II, Paris, Éd. Marne et Éd. l'Emmanuel, 1995, ISBN: 2-7289-075-4.
L'Évangile face au désordre mondial, Préface du Cardinal Joseph Ratzinger, Livre de 346 pp., Paris, Éd. Fayard; édition revue en 1998, ISBN: 2-213-59878-9.
The Gospel Confronting World Disorder, Preface by Cardinal Joseph Ratzinger, Livre de 236 pp., Traduction anglaise de L'Évangile face au désordre mondial, par John H. Miller, St Louis MO, Central Bureau, Catholic Central Verein of America, 1999; ISBN: 1-887567-09-7.
El Evangelio frente al desorden mundial, Préface du Cardinal Joseph Ratzinger, Traduction espagnole de L'Évangile face au désordre mondial, par Patricia Straulino, México, Éd. Diana, 2000; 358 pp. ISBN: 968-13-3266-0.
Nuovo disordine mondiale, Traduction italienne de L'Évangile face au désordre mondial [1997], par Alessandra Ruzzon, Préface du Cardinal Joseph Ratzinger, Milan, Éd. San Paolo, 2000, 318 pp. ISBN: 88-215-4249-l.
O Evangelho perante a Desordem Mundial, Prefácio do Cardeal Joseph Ratzinger, Tradução portuguesa por Henrique Barrilaro Ruas, Lisbonne, Éd. Grifo, 2000, 404 pp. ISBN 972-8178-38-7.
La Face cachée de l'ONU, Ouvrage de 283 pp., Paris, Éd. Le Sarment/Fayard, 2000. ISBN: 2-866-79302-l.
The Hidden Face of the United Nations, Traduction en anglais US, par John H. Miller, de La Face cachée de l’ONU, St Louis, MO, Éd. Central Bureau, CCVA, 2001, 188 pp. ISBN: 1-887567-18-6.
La cara oculta de la ONU, Traduction espagnole, par Patricia Straulino, de La face cachée de l'ONU (Paris, 2000), México DF, Éd. Diana, 2002; ISBN: 968-13-3411-6.
Ukryte oblièze ONZ, Traduction polonaise de La Face cachée de l'ONU, Torún, Wydawnictwo Wyzszej Szkoly Kultury Spolecznej i Medialnej w Toruniu, ul. św Józefa 23/35, 87-100 Torún, T. 004856.610.72.08; T/F. 004856.610.72.73. ISBN: 83-89124-02-5.
Le terrorisme à visage humain, livre de 225 pp. Préface du Cardinal López Trujillo, deuxième édition, revue et augmentée, Paris, Éd. François-Xavier de Guibert, 2008; ISBN 978 2 7554 0245 2. En collaboration avec Anne-Marie Libert.
Les idoles de la modernité. Entretiens, Ouvrage de 283 pp., Paris, Éd. Lethielleux, 2010. ISBN : 978-2-24962-203-8.
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