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sábado, 23 de fevereiro de 2013

La dura nota de la Secretaría de Estado y las palabras de Lombardi: “calumnias y maledicencias en contra del gobierno de la Iglesia”

In VI

La Secretaría de Estado de la Santa Sede publicó un comunicado en el que se deplora la intención de condicionar a los cardenales, en vista del Cónclave, con la difusión de noticias “a menudo sin verificar, o no verificables, o incluso falsas y con grave daño de personas e instituciones”.

La libertad del Colegio Cardenalicio, que deberá, según las normas del derecho, elegir al Romano Pontífice, dice la nota de la Secretaría de Estado, “siempre ha sido defendida por la Santa Sede, cual garantía de una decisión que se basa en evaluaciones que miran únicamente por el bien de la Iglesia”.

“Duranto los siglos, los Cardenales han tenido que afrontar múltiples formas de presión, ejercidas por electores particulares sobre el mismo Colegio, que tenían como fin el condicionamiento de las decisiones, plegándolas según lógicas de tipo político o mundano”.

Si en el pasado, concluye la nota, “han sido las llamadas potencias, es decir los Estados, las que buscaban hacer valer el propio condicionamiento en la elección del Papa, hoy se trata de poner en juego el peso de la opinión pública, a menudo con base en juicios que no comprenden el aspecto típicamente espiritual del momento que está viviendo la Iglesia”.

La nota del Padre Lombardi para la Radio Vaticana

El camino de la Iglesia en estas últimas semanas del Pontificado del Papa Benedicto, hasta la elección del nuevo Papa a través de la “Sede vacante” y del Cónclave, es muy laborioso, dada la novedad de la situación. No tenemos – y nos alegra – que adolorarnos por la muerte de un Papa amado, pero no nos ha sido ahorrada otra prueba: aquella del multiplicarse de las presiones y de las consideraciones ajenas al espíritu con el que la Iglesia quisiera vivir este tiempo de espera y de preparación.

De hecho no falta quien busca aprovecharse del momento de sorpresa y desorientación de los espíritus débiles para sembrar confusión y echar descrédito a la Iglesia y sobre su gobierno, recurriendo a instrumentos antiguos – como la maledicencia, la desinformación, a veces la misma calumnia – o ejerciendo presiones inaceptables para condicionar el ejercicio del deber de voto por parte de uno u otro miembro del Colegio de cardenales, considerado no agradable por una razón u otra. En la mayor parte de los casos quien se coloca como juez, emitiendo graves juicios morales, no tiene en verdad autoridad alguna para hacerlo. Quien ante todo tiene en mente dinero, sexo y poder, y está acostumbrado a interpretar en estos términos las diversas realidades, no es capaz de ver otra cosa ni siquiera en la Iglesia, porque su mirada no sabe dirigirse hacia lo alto o descender en profundidad para captar las dimensiones y las motivaciones espirituales de la existencia. De todo esto resulta una descripción profundamente injusta de la Iglesia y de tantos de sus hombres.

Pero todo aquello no cambiará la actitud de los creyentes, no mellará la fe y la esperanza con la que miran al Señor que ha prometido acompañar a su Iglesia. Queremos, según cuanto indica la tradición y la ley de la Iglesia, que este sea un tiempo de reflexión sincera sobre las expectativas espirituales del mundo y sobre la fidelidad de la Iglesia al Evangelio, de oración por la asistencia del Espíritu, de cercanía al Colegio de cardenales que se apresta al arduo servicio de discernimiento y de elección que le es pedido y que es principalmente para lo que existe.En esto nos acompaña ante todo el ejemplo y la rectitud espiritual del Papa Benedicto, que ha querido dedicar a la oración del inicio de Cuaresma este último tramo de su Pontificado. Un camino penitencial de conversión hacia el gozo de Pascua. Así lo estamos viviendo y lo viviremos: conversión y esperanza.

sexta-feira, 16 de abril de 2010

P. Lombardi: Carta de ex autoridad vaticana da razón a decisiones de 2001


VATICANO, 16 Abr. 10 / 10:31 am (ACI)

El Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, declaró ayer por la tarde que la carta del entonces Prefecto para la Congregación para el Clero, Cardenal Darío Castrillón Hoyos, al Obispo de Bayeux-Lisieux (Francia), Mons. Pierre Pican, fechada el 8 de septiembre de 2001, constituye una de las razones que llevaron a modificar el trato que debía darse en la Iglesia a los casos de abuso sexual cometidos por miembros del clero.

Hasta antes de 2001, este tipo de casos no los trataba la Congregación para la Doctrina de la Fe, sino la Congregación para el Clero, que presidía el Cardenal Castrillón. Además, no existía un criterio unificado entre los cardenales sobre cómo manejarlos, pues no había consenso en si se debía entregar a los sacerdotes a la justicia o si debían ser sometidos solo a tratamiento psiquiátrico.

En 2001 el entonces Cardenal Ratzinger unifica el criterio y exige a los obispos que presenten a los sacerdotes a las autoridades civiles.

Sobre la carta del Cardenal Castrillón al Obispo francés, el Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede señaló ayer que: "este documento es una prueba más de cuanto fuera oportuna la unificación del tratamiento de los casos de abusos sexuales de menores por parte de miembros del clero bajo la competencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para garantizar una actuación rigurosa y coherente, como efectivamente sucedió con los documentos aprobados por el Papa en 2001".

En la mencionada carta, el Cardenal Castrillón respaldó la decisión del Obispo de Bayeux-Lisieux de poner en tratamiento psiquiátrico al sacerdote en vez de ponerlo a disposición de las autoridades.

Actualmente el sacerdote cumple una condena de 18 años en prisión. Fue condenado en octubre del año 2000.

Entre las medidas tomadas en 2001 por el entonces Cardenal Ratzinger, ahora Papa Benedicto XVI, está el procedimiento para lidiar con los casos de abuso sexual que fue publicado por la Santa Sede el lunes 12 de abril. Para leerlo ingrese a: http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=29133


quarta-feira, 14 de abril de 2010

Estadísticas muestran que abusos en la Iglesia están más relacionados a homosexualidad, dice P. Lombardi


VATICANO, 14 Abr. 10 / 10:34 am (ACI)

El Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, respondiendo a las preguntas de los periodistas sobre la afirmación del Secretario de Estado Vaticano ayer en Santiago de Chile indicando que la pedofilia no está ligada al celibato sino a la homosexualidad, explicó que esto se constata en los pocos casos cometidos "por parte de sacerdotes y no en la población en general".

En una declaración dada a conocer hoy el P. Lombardi indicó que "las autoridades eclesiásticas no consideran como su competencia hacer afirmaciones generales de carácter específicamente psicológico o médico, por lo cual revisan naturalmente estudios de especialistas e investigaciones sobre el asunto en cuestión".

El sacerdote se refirió así a lo indicado ayer por el Secretario de Estado quien al contestar la última pregunta de la conferencia de prensa señaló: "muchos psicólogos y muchos psiquiatras han demostrado que no hay relación entre celibato y pedofilia, pero muchos otros han demostrado que sí hay relación entre homosexualidad y pedofilia. Existen muchos documentos de psicólogos en ese sentido".

El P. Lombardi indica también en su declaración que "en cuanto a la competencia de las autoridades eclesiásticas, en el campo de las causas de abusos a menores de parte de sacerdotes afrontadas en los años recientes por la Congregación para la Doctrina de la Fe, resulta simplemente el dato estadístico referido en la entrevista de Mons. Charles Scicluna (Promotor de justicia de este dicasterio), en el que se hablaba de un 10 por ciento de pedofilia en el sentido estricto y de un 90 por ciento de casos definidos mejor como efebofilia (es decir en relación a adolescentes), de los cuales cerca del 60 por ciento está relacionado a individuos del mismo sexo y el 30 por ciento es de carácter heterosexual".

"Aquí se refiere evidentemente a la problemática de abusos por parte de sacerdotes y no en la población en general", concluye.

sábado, 10 de abril de 2010

La respuesta a los casos de abusos sexuales

Análisis del padre Federico Lombardi S.I.

El debate sobre los abusos sexuales, y no solo por parte del clero, prosigue entre noticias y comentarios de diverso tipo. ¿Cómo navegar en estas aguas agitadas manteniendo un rumbo seguro que responda al evangélico "Duc in altum" (Remad mar adentro)?

En primer lugar hay que seguir buscando la verdad y la paz para los ofendidos. Entre las cosas que más llaman la atención es que hoy salen a la luz también tantas heridas internas que se remontan a hace muchos años -incluso a diversas décadas-, pero que, evidentemente, siguen abiertas. Muchas víctimas no buscan un resarcimiento económico sino una ayuda interior, un juicio acerca de su dolorosa vivencia personal. Todavía queda algo por entender realmente. Probablemente debemos tener una experiencia más profunda de los hechos que han marcado tan negativamente la vida de las personas, de la Iglesia y de la sociedad. Un ejemplo, en ámbito colectivo, son el odio y la violencia de los conflictos entre los pueblos, que resultan tan difíciles de superar para una reconciliación verdadera. Los abusos hieren a nivel personal profundo. Por eso han hecho muy bien los episcopados que valerosamente han reemprendido el establecimiento de modos y lugares para que las víctimas puedan expresarse libremente y ser escuchadas, sin dar por descontado que el problema estuviera ya afrontado y superado gracias a los centros de escucha instituidos hace tiempo, al igual que aquellos episcopados u obispos que con trato paternal prestan atención espiritual, litúrgica y humana a las víctimas. Parece cierto que el número de las nuevas denuncias de abusos disminuye, como está sucediendo en Estados Unidos, pero para muchos el camino del saneamiento en profundidad empieza solamente ahora y para otros todavía está por empezar. En el contexto de atención a las víctimas, el Papa ha escrito que está dispuesto a nuevos encuentros con ellas, involucrándose en el camino de toda la comunidad eclesial. Pero se trata de un camino que para tener efectos profundos debe llevarse a cabo, todavía más, en el respeto de las personas, y en búsqueda de la paz.

Junto a la atención por las víctimas hay que continuar, además, aplicando con decisión y veracidad los procedimientos adecuados del juicio canónico de los culpables y de colaboración con las autoridades civiles en lo que se refiere a sus competencias judiciales y penales, teniendo en cuenta la especificidad de las normativas y de las situaciones en los diversos países. Sólo así se puede pensar en reconstruir efectivamente un clima de justicia y la plena confianza en la institución eclesial. Se ha dado el caso de que diversos responsables de comunidades o instituciones, por falta de experiencia o de preparación, no dispusieran de los criterios de intervención que podían ayudarles a intervenir con determinación aún cuando fuera para ellos muy difícil o doloroso. Pero, mientras la ley civil interviene con normas generales, la canónica debe tener en cuenta la particular gravedad moral de la traición de la confianza depositada en las personas con responsabilidad en la comunidad eclesial y de la flagrante contradicción con la conducta que deberían testimoniar. En este sentido, la transparencia y el rigor se imponen como exigencias urgentes de un testimonio de gobierno sabio y justo de la Iglesia.

En perspectiva, la formación y selección de los candidatos al sacerdocio, y más en general del personal de las instituciones educativas y pastorales son las premisas para la prevención eficaz de posibles abusos. Conquistar una sana madurez de la personalidad, también desde el punto de vista de la sexualidad, ha sido siempre un reto difícil, pero hoy lo es todavía más, aunque los mejores conocimientos psicológicos y médicos representan una gran ayuda en la formación espiritual y moral. Alguno ha observado que la mayor frecuencia de los abusos se ha verificado en el período más álgido de la "revolución sexual" de los decenios pasados. En la formación hay que tener en cuenta este contexto y aquel más general de la secularización. En realidad, se trata de redescubrir y reafirmar el sentido y la importancia del significado de la sexualidad, de la castidad y de las relaciones afectivas en el mundo de hoy, en formas muy concretas y no sólo verbales o abstractas. ¡Qué fuente de desorden y sufrimiento puede suponer su violación o menosprecio! Como observa el Papa al escribir a los irlandeses, una vida cristiana y sacerdotal solo puede responder hoy a las exigencias de su vocación si se alimenta realmente de las fuentes de la fe y de la amistad con Cristo.

Quien ama la verdad y la valoración objetiva de los problemas sabrá buscar y encontrar las informaciones para una comprensión más general del problema de la pederastia y de los abusos sexuales de menores en nuestro tiempo y en los diferentes países, comprendiendo su extensión y su penetración. De este modo, podrá entender mejor en qué medida la Iglesia católica comparte no solo sus problemas, en qué medida suponen para ella una gravedad particular y exigen intervenciones específicas, y finalmente en qué medida la experiencia que la Iglesia va adquiriendo en este campo pueda ser útil también para otras instituciones o para toda la sociedad. Por lo que concierne a este aspecto, creo que los medios de comunicación no han trabajo todavía suficientemente, sobre todo en los países en los que la presencia de la Iglesia tiene una mayor relevancia, y sobre quien se apuntan más fácilmente, por tanto, los dardos de la crítica. Pero, documentos como el informe nacional de EEUU sobre el maltrato de los niños, merecerían ser más conocidos para entender cuáles son los campos que exigen una intervención social urgente y las proporciones de los problemas. Sólo en el año 2008, en Estados Unidos, se identificaron más de 62.000 autores de abusos de menores, mientras el grupo de los sacerdotes católicos es tan pequeño que ni siquiera se tiene en cuenta como tal.

El compromiso por la protección de los menores y de los jóvenes es por tanto un campo de trabajo inmenso e inagotable, que va más allá del problema concerniente a algunos miembros del clero. Quienes dedican sus esfuerzos con sensibilidad, generosidad y atención merecen gratitud, respeto y aliento por parte de todos, y en particular, de las autoridades eclesiales y civiles. Su contribución es esencial para la serenidad y la credibilidad del trabajo educativo y de formación de la juventud en la Iglesia y fuera de ella. Justamente, el Papa les ha dirigido palabras de gran aprecio en la carta a los irlandeses, pero pensando naturalmente en un horizonte más amplio.

Finalmente, Benedicto XVI guía coherente por el camino del rigor y de la veracidad, merece todo el respeto y el apoyo, y prueba de ello son los amplios testimonios de todos los rincones de la Iglesia. El Papa es un pastor que está a la altura de afrontar con gran rectitud y seguridad este tiempo difícil, en el que no faltan críticas e insinuaciones infundadas; hay que afirmar, sin prejuicios, que es un Papa que ha hablado mucho de la verdad de Dios y del respeto de la verdad, siendo un testigo creíble de ella. Le acompañamos y aprendemos de él la constancia necesaria para crecer en la verdad, en la transparencia, manteniendo amplio el horizonte sobre los graves problemas del mundo, respondiendo con paciencia a la aparición --gota a gota-- de "revelaciones" parciales o presuntas que tratan de mermar su credibilidad o la de otras instituciones y personas de la Iglesia.

En la Iglesia, en la sociedad en la que vivimos, cuando comunicamos y escribimos, tenemos necesidad de este paciente y firme amor a la verdad si queremos servir y no confundir a nuestros contemporáneos.