VATICANO, 21 Ene. 11 / 11:29 am (ACI)
Al comenzar su discurso el Santo Padre dijo que los profundos cambios de esta época "crean a veces una sensación de inseguridad, debido principalmente a la precariedad social y económica, agravada también por un cierto debilitamiento de la percepción de los principios éticos en los que se funda el derecho y de las actitudes morales personales, que siempre fortalecen esos ordenamientos".
"En nuestro mundo, con todas sus nuevas esperanzas y posibilidades, se tiene al mismo tiempo la impresión de que el consenso moral decae, y en consecuencia, las estructuras en la base de la convivencia no logran funcionar plenamente", explicó.
"Se asoma en muchos la tentación de pensar que las fuerzas movilizadas para la defensa de la sociedad civil están destinadas al fracaso. Ante esta tentación, nosotros, en particular, que somos cristianos, tenemos la responsabilidad de encontrar el modo de profesar la fe y de hacer el bien".
Tras destacar que "en nuestro tiempo se da una gran importancia a la dimensión subjetiva de la existencia", el Papa señaló que hay un "grave riesgo, porque en el pensamiento moderno se ha desarrollado una visión reduccionista de la conciencia, según la cual no hay ninguna referencia objetiva al determinar lo que es válido y lo que es verdadero, sino que el individuo, con sus intuiciones y experiencias, es el criterio; cada uno, por lo tanto, posee la propia verdad, la propia moral".
"La consecuencia más obvia es que la religión y la moral tienden a ser confinadas al ámbito del sujeto, de lo privado: la fe, con sus valores y sus comportamientos, ya no tiene derecho a un lugar en la vida pública y civil. Por lo tanto, si por un lado, se da una gran importancia en la sociedad al pluralismo y a la tolerancia, por otro, la religión tiende a ser gradualmente marginada y considerada irrelevante y, en cierto sentido, ajena al mundo civil, como si se tuviese que limitar su influencia en la vida humana".
"Por el contrario, para nosotros los cristianos, el verdadero significado de la 'conciencia' es la capacidad humana para reconocer la verdad, y, antes que nada, la oportunidad de escuchar su llamada, de buscarla y de encontrarla".
El Papa subrayó que "los nuevos retos de hoy exigen que Dios y el ser humano vuelvan a encontrarse, que la sociedad y las instituciones públicas reencuentren su 'alma', sus raíces espirituales y morales, para dar una nueva consistencia a los valores éticos y jurídicos de referencia y por tanto a la acción práctica".
"El mismo servicio religioso y de asistencia espiritual que, según la legislación actual, el Estado y la Iglesia se comprometen a proporcionar también al personal de la Policía de Estado, testimonia la fecundidad perenne de este encuentro".
Finalmente el Papa afirmó que "ka vocación única de la ciudad de Roma requiere hoy que los funcionarios públicos ofrezcan un buen ejemplo de interacción positiva y fructífera entre la sana laicidad y la fe cristiana. Sabed considerar siempre al hombre como un fin, para que todos puedan vivir de modo auténticamente humano. Como Obispo de esta ciudad, me gustaría invitaros a leer y meditar la Palabra de Dios, para encontrar en ella la fuente y el criterio de inspiración para vuestra acción".