Dedicado a tiempo completo a probar científicamente que el Síndrome Post Aborto (SPA) es una realidad para la mujer, el Instituto Elliot, compuesto por diversos profesionales de la medicina y de la publicidad , investigan y difunden qué hay detrás de un aborto provocado, cuáles son sus causas y, sobre todo, sus consecuencias en la mujer.
In Religión en libertad
Tras veinte años de trabajo con cientos de asociaciones de varios países, los estudios realizados por el Instituto Elliot, dirigido por el doctor David C. Reardon -reconocida autoridad mundial en este campo- publicados y avalados por revistas científicas de primer nivel- han demostrado que el aborto provocado es mucho más «devastador» en la mujer de lo que previamente se pensaba. Uno de los más importantes, aparecido en la «Medical Science Monitor» en 2004, comparó a mujeres americanas y rusas que habían sufrido un aborto provocado.
Los resultados demostraron que al menos un 65% de las americanas estaban experimentando, como consecuencia de éste, múltiples síntomas asociados al Desorden de Estrés Post Traumático. Otro de los estudios en los que ha participado el doctor Reardon fue realizado con pacientes ocho semanas después de su aborto: los investigadores encontraron que el 44% de ellas se quejaban de desórdenes nerviosos, el 36% había experimentado problemas para dormir, el 31% se arrepentía de su decisión y al 11% de ellas le había sido prescrito algún tipo de medicación psicotrópica.
El Instituto Elliot también ha dedicado sus esfuerzos a recabar en un solo volumen las alrededor de cien complicaciones físicas asociadas al aborto que se han demostrado en distintos estudios alrededor del mundo. Entre las llamadas «menores», se encuentran las infecciones, sangrados, fiebres, dolor crónico abdominal, alteraciones intestinales y vómitos; entre las «mayores», los estudios han encontrado embolias, perforación de útero, mortalidad, convulsiones, pérdida de protección ante el cáncer de mama, hemorragias y lesiones cervicales.
Por otro lado, según explica el doctor Reardon, desde 1980 los profesionales de la salud mental han empezado a tratar a un creciente número de mujeres que sufren dificultades mentales y emocionales como resultado de un aborto provocado. Aun así, la investigación existente es «inadecuada para cuantificar la magnitud del problema», asegura. Por eso, mientras el número de mujeres que sufren el SPA es desconocido, los psicólogos que trabajan en este campo han definido las características de las mujeres con más probabilidades de sufrir este trauma: aquellas que se han sentido presionadas a abortar,o las que todavía dudan de la decisión que tomaron».
Legal, no seguro
Por eso, la investigación recuerda que los traumas psicológicos -muchas veces irreversibles- son siempre lo más doloroso para la mujer. Tal y como denuncia Amy Sobie, portavoz del Instituto Elliot, «el aborto continúa matando a mujeres. Puede ser legal, pero no es seguro». Y lo argumenta explicando que las revistas médicas más importantes han dado cuenta del mayor índice de muerte asociado al aborto, además de tasas de suicidio siete veces superiores en las mujeres que lo han sufrido.
Además, la investigación también ha relacionado el aborto provocado con el abuso de sustancias adictivas, la depresión, la infertilidad y el divorcio. Como concluye Sobie, «los estudios demuestran que las mujeres que han sufrido un aborto provocado no apoyan a los grupos pro abortistas. Ellas saben de primera mano que la industria abortista les ha fallado». Mientras el 90% de las mujeres que han abortado aseguran que no tuvieron la suficiente información, el 83% reconoce que habría continuado con su embarazo si hubiera recibido apoyo. Así, parece claro que el aborto resulta ser una mala «medicina» aunque un gran negocio.
Los resultados demostraron que al menos un 65% de las americanas estaban experimentando, como consecuencia de éste, múltiples síntomas asociados al Desorden de Estrés Post Traumático. Otro de los estudios en los que ha participado el doctor Reardon fue realizado con pacientes ocho semanas después de su aborto: los investigadores encontraron que el 44% de ellas se quejaban de desórdenes nerviosos, el 36% había experimentado problemas para dormir, el 31% se arrepentía de su decisión y al 11% de ellas le había sido prescrito algún tipo de medicación psicotrópica.
El Instituto Elliot también ha dedicado sus esfuerzos a recabar en un solo volumen las alrededor de cien complicaciones físicas asociadas al aborto que se han demostrado en distintos estudios alrededor del mundo. Entre las llamadas «menores», se encuentran las infecciones, sangrados, fiebres, dolor crónico abdominal, alteraciones intestinales y vómitos; entre las «mayores», los estudios han encontrado embolias, perforación de útero, mortalidad, convulsiones, pérdida de protección ante el cáncer de mama, hemorragias y lesiones cervicales.
Por otro lado, según explica el doctor Reardon, desde 1980 los profesionales de la salud mental han empezado a tratar a un creciente número de mujeres que sufren dificultades mentales y emocionales como resultado de un aborto provocado. Aun así, la investigación existente es «inadecuada para cuantificar la magnitud del problema», asegura. Por eso, mientras el número de mujeres que sufren el SPA es desconocido, los psicólogos que trabajan en este campo han definido las características de las mujeres con más probabilidades de sufrir este trauma: aquellas que se han sentido presionadas a abortar,o las que todavía dudan de la decisión que tomaron».
Legal, no seguro
Por eso, la investigación recuerda que los traumas psicológicos -muchas veces irreversibles- son siempre lo más doloroso para la mujer. Tal y como denuncia Amy Sobie, portavoz del Instituto Elliot, «el aborto continúa matando a mujeres. Puede ser legal, pero no es seguro». Y lo argumenta explicando que las revistas médicas más importantes han dado cuenta del mayor índice de muerte asociado al aborto, además de tasas de suicidio siete veces superiores en las mujeres que lo han sufrido.
Además, la investigación también ha relacionado el aborto provocado con el abuso de sustancias adictivas, la depresión, la infertilidad y el divorcio. Como concluye Sobie, «los estudios demuestran que las mujeres que han sufrido un aborto provocado no apoyan a los grupos pro abortistas. Ellas saben de primera mano que la industria abortista les ha fallado». Mientras el 90% de las mujeres que han abortado aseguran que no tuvieron la suficiente información, el 83% reconoce que habría continuado con su embarazo si hubiera recibido apoyo. Así, parece claro que el aborto resulta ser una mala «medicina» aunque un gran negocio.