In Religion en Libertad
Sonó un teléfono un lunes por la tarde en mayo de 1999. “Señora Muha, soy el detective Lelless de la Policía de Steubenville. Su hijo Brian ha desaparecido", dijo la voz.
Sonó un teléfono un lunes por la tarde en mayo de 1999. “Señora Muha, soy el detective Lelless de la Policía de Steubenville. Su hijo Brian ha desaparecido", dijo la voz.
Brian tenía 18 años, vivía con su amigo Aaron y empezaban a estudiar en la famosa Universidad Franciscana de Steubenville. Era un chico generoso que participaba en varios voluntariados y había rechazado una beca parcial de la Universidad para que beneficiase a gente más necesitada.
Rachel Moha recordó sus sentimientos ese día: "Tenía tres esperanzas; primero, que lo encontraran vivo; segundo, que pudiera verlo y abrazarlo, vivo o no; tercero, que si no me lo devolvía vivo, que pudiera ver el sitio donde se encontró con Nuestro Señor".
Durante tres días la capilla de la universidad se llenó de estudiantes en oración incesante. Rachel mostró sus cartas ya en ese momento de incertidumbre: “Sea quen sea el resposable de lo que ha pasado con Brian y Aaron, no importa lo que les hayáis hecho, yo os perdono", anunció.
Y entonces aparecieron los cuerpos en una colina del campo. Rachel no llegó a ver los cadáveres pero fue al lugar del asesinato, se arrodilló y besó la tierra. Vio cerca un hermoso rosal salvaje, y lo consideró un signo de belleza y esperanza. Anunció otra vez a todos que perdonaba a los asesinos, recién detenidos.
Y después, los detalles. Los asesinos, Nathan y Terrell, tenían ambos 18 años, jóvenes criminales callejeros. Al menos uno se había drogado antes del crimen que tenían planeado. Entraron en la casa de los estudiantes, los secuestraron a punta de pistola, se los llevaron en el coche que Rachel había prestado a su hijo, y lejos, en la colina, les dispararon en la cabeza a quemarropa y a sangre fría. Luego presumieron con un amigo de haberlos matado y haberles robado el coche. Cuando los detuvieron, uno de ellos llevaba al cuello el rosario de Brian.
Detalles horrendos, pero Rachel Muha repitió las veces que hizo falta, en el juicio o en los medios de comunicación, que los perdonaba de corazón y que no quería la pena de muerte para ellos. Por un tema jurisdiccional, al final los dos fueron sentenciados solo a cadena perpetua.
Rachel tenía un mensaje para cada uno de ellos.
“Después de esta vida, Nathan, cada uno de nosotros irá al cielo o al infierno. Mientras estés en la tierra puedes elegir. ¡Elige el cielo, Nathan! Rezo por ti. Dios te bendiga, Nathan", le dijo Rachel en el juicio.
Y al otro asesino: "Terrell, nuestras vidas están ahora más vacías, tristes y solas. No podemos tener de vuelta a Brian y Aaron, no como estábamos acostumbrados. Tu vida puede ser más vacía, más triste y más solitaria de lo que ha sido, pero tiene por qué ser así. Depende de ti. Vuélvete hacia Dios, Terrell, y puedes tener una vida feliz, incluso en prisión".
¿Cómo es que los asesinos tenían el rosario de Brian? ¿Se lo dio él antes de morir? ¿Estaba rezando el rosario cuando le dispararon? Para Rachel, es un signo de que la Virgen estaba junto a Brian, junto a su hijo, como estuvo junto a Cristo al pie de la Cruz. Y explicó a los criminales en el momento de la sentencia qué era ese objeto.
“Brian y Aaron también tenían armas, armas poderosas, más que la vuetsra. Ni siquiera sabíais que lo que llevabais al cuello era más poderoso que el arma en vuestra mano. Es más poderoso porque conduce al Cielo, donde todo es hermoso. Podéis tener esta arma en prisión, si queréis", dijo. No solo les regaló el rosario de su hijo, sino que les enseñó luego a rezarlo.
Pero la historia no acaba ahí. Rachel decidió honrar la memoria de su hijo como estudiante cristiano y volcarse además en ayudar a los jóvenes de las calles para que no acabaran en el crimen y la prisión. Para ella, la educación y la evangelización iban juntas. Y así creó en 1999 la Fundación Brian Muha (www.brianmuhafoundation.com) y, en 2005, las actividades post-escolares y de sábado Run the Race, para sacar a los chavales de las calles, reforzar sus estudios, formarles en valores. Niños y jóvenes de hogares muy desestructurados o necesitados acuden a esas actividades, donde además hay comida. Incluso hay una variante de guardería para niños de 3 a 5 años.
Rachel compró además la casa donde Brian y Aaron fueron secuestrados y la convirtió en un alojamiento para jóvenes sacerdotes con escasos recursos que acuden a Steubenville a estudiar en la Universidad Franciscana. Más aún, parte de la casa es un santuario dedicado a la Divina Misericordia, la devoción difundidad por Santa Faustina Kowalska, y allí se reza cada día en misa por Brian y Aaron, sus familias, la gente atendida por la Fundación y los patrocinadores de ésta. La familia de Aaron también apoya muchas iniciativas de la Fundación.
Ésta además financia estudios a alumnos necesitados en diversos colegios católicos de la zona, y también para la universidad. No solo eso, ha apoyado además a una cooperativa de padres que educan a sus hijos en casa.
"Queremos que los niños de la zona se sientan seguros y libres. Sabemos que para que un cambio en una persona sea duradero ha de tener amor, disciplina, buena educación moral y académica, y nos comprometemos, en nombre de Brian y Aaron, a proporcionarlo", explica Rachel.
Además, ella acude a muchos sitios a dar conferencias sobre el perdón, contra la pena de muerte y a hablar a los jóvenes sobre la lucha del bien contra el mal. Incluso tiene una charla llamada "Cómo divertire sin perder el Cielo".
Pero el perdón es algo que enseña con su ejemplo diario. "No puedes pasar por esto y salir entera si no es por Dios", afirma. "Es demasiado traumático, es un golpe, y el perdón es algo que Dios nos da para nosotros y para los que perdonamos. Perdonar es una opción, y tengo que continuar eligiéndola cada día de mi vida".
Ahora, después de varios años de experiencia ayudando a niños y jóvenes de las calles y a sus familias, Rachel quiere poner en marcha iniciativas de evangelización callejera pura y dura. Ella lo lllama "Movimiento de Estilo Urbano" y pide más voluntarios para poner en marcha diversas ideas:
- Distribuir más imágenes y oraciones de la Divina Misericordia. Por experiencias previas, cuando niños o jóvenes las han regalado por las calles poco recomendables o las han dado en comercios, tiendas de tatuajes, peluquerías y han animado a colgarlas, casi nadie se ha negado. "Y los niños se sienten bien por hacer algo bueno", afirma.
- Colocar carteles en jardines particulares con permiso, de tamaño "campaña política", con el lema: "Haz de Dios tu prioridad, no tu último recursos" o "Al demonio, ni una pulgada, o él será quien mande".
- Grupos de 4 jóvenes misioneros, que hagan hamburguesas en los barrios problemáticos, organicen meriendas y establezcan lazos con los jóvenes que allí se aburren y corren riesgo de caer en el crimen. Que jueguen a baloncesto con ellos, que vayan cada fin de semana, conozcan a la gente por su nombre. "Los chicos se sentirán queridos y la vida sacramental empezará a fluir".
"Se trata de salir en grupos pequeños, olvidarse de uno mismo y tus inhibiciones, hacer amistades y amar a las pesonas a pesar de todo", resume Rachel.