In Forum Libertas
El Vaticano nunca apoyó el alzamiento de Franco. Así lo demuestra el historiador y monje de Montserrat Hilari Raguer que publica un artículo en la sección Tribuna del diario El País en el que explica que Franco manipuló el texto de Pío XI para hacer creer que el Papa apoyaba su rebelión sin la menor duda.
El monje benedictino explica que en septiembre de 1936 Pío XI recibió en su residencia veraniega de Castelgandolfo a un grupo de unos 500 españoles, “escapados del terror revolucionario” (dos meses después del estallido de la Guerra Civil). Ese hecho supondría la primera toma de posición pública del Papa ante el conflicto fraternal.
Raguer ha estudiado los archivos secretos vaticanos recientemente abiertos. En ellos se desprende la negativa de Pío XI de hacer una condena pública de la persecución religiosa limitándose a las protestas diplomáticas del encargado de la Nunciatura ante el Gobierno de Madrid y de Pacelli ante el embajador de la República en el Vaticano, Zulueta.
Al parecer, Pío XI en su discurso en Castelgandolfo y en presencia de los exiliados españoles, en vez de sacar la consecuencia, que algunos de los presentes esperaban, de que aquello era una guerra santa, como estaban ya proclamando algunos eclesiásticos, “expresó su horror por aquella guerra fratricida, ‘la guerra civil, la guerra entre los hijos del mismo pueblo, de la misma madre patria’”, según Raguer.
Además, para que no quedase ninguna duda, hacia el final de su alocución “el Papa formuló una velada acusación contra los sublevados”, recuerda el historiador benedictino, que se refería así: “Por encima de toda consideración política y mundana, nuestra bendición se dirige de modo especial a cuantos han asumido la difícil y peligrosa misión de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de la religión, que es tanto como decir los derechos y la dignidad de las conciencias, condición primera y la base más sólida de todo bienestar humano y civil. Misión, decíamos, difícil y peligrosa, también porque muy fácilmente el esfuerzo y la dificultad de la defensa la hacen excesiva y no plenamente justificable, además de que no menos fácilmente intereses no rectos e intenciones egoísticas o de partido se introducen para enturbiar y alterar toda la moralidad de la acción y toda la responsabilidad”.
El padre “de todos los españoles”
La mayoría de los prófugos españoles presentes en el histórico discurso “escucharon emocionados las consoladoras palabras del Papa y guardaron con devoción el ejemplar que les dieron del discurso traducido, pero algunos ultraderechistas, partidarios del alzamiento, entre defraudados e indignados, dejaron escapar murmullos de desaprobación, y hasta hubo quien arrojó despectivamente al suelo el folleto recibido”, según el artículo de El País, aunque posteriormente Pío XI diría repetidas veces, a lo largo de la Guerra Civil, que quería ser el padre de todos los españoles.
Después de ese discurso la propaganda rebelde difundió ampliamente el discurso de Castelgandolfo en lo que la favorecía, pero suprimió la alusión a los excesos de los que se decían defensores de la Iglesia. Por otro lado, Franco, que todavía en su discurso de toma de posesión de la jefatura del Estado, el 1 de octubre, había hablado de separación de Iglesia y Estado, instalado en el palacio episcopal de Salamanca, leyó la carta pontificia y estimó aprovechable la ideología nacionalcatólica allí expuesta. Los demás obispos españoles, engañados por el texto manipulado del discurso de Castelgandolfo, se lanzaron a publicar pastorales de cruzada cuando la realidad es que ni Pío XI ni ningún sucesor suyo han calificado nunca de cruzada la Guerra Civil española.