"Eres preciosa y Jesús te quiere".
Con estas palabras, Annie Lobert se acerca a las prostitutas de Las
Vegas. Ella es ex-prostituta, y junto a otras ex-prostitutas recorre la
noche para rescatar a las mujeres del tráfico sexual.
"Les digo eso nada más verlas porque necesitan saber que son valiosas, que son bellas y que hay alguien que las ama incondicionalmente", explica.
Su experiencia la impulsó en 2005 a crear Hooker for Jesus, una organización cristiana que lucha contra la explotación sexual, la pornografía y la industria del sexo. Fue "trabajadora del sexo" durante 16 años: primero en Minneapolis, Minnesota, Hawaii y los once últimos, y más traumáticos, en Las Vegas.
Ahora su misión, tal y como ella describe, "es salvar el alma de las mujeres que venden su cuerpo" en la oportunamente llamada Sin City (Ciudad del Pecado).
Abusada y nunca amada
La historia de autodestrucción de Annie se inicia en su infancia. Fue víctima de abusos sexuales con 8 años. Ella misma reconoce además que nunca se sintió amada y que esa circunstancia mermó su autoestima: “Sólo pensaba en qué Dios estaría enfadado conmigo. Le imaginaba con un enorme martillo esperando el momento de aplastarme con él si hacía algo mal”.
A los 18 años perdió la virginidad con un chico que le rompió el corazón. Entonces despertó su lado rebelde y se lanzó a los brazos de una vida de promiscuidad y a la “experimentación”. Durante unas vacaciones con una amiga en Hawaii vendió por primera vez su cuerpo por dinero.
Soñando con Pretty Woman
Al regresar a su ciudad, abandonó su trabajo y se introdujo en el mundo de la prostitución de lujo. Primero se consideraba "bailarina exótica" y "acompañante de lujo". Después tuvo que aceptar encargos más y más exigentes. La seducción del dinero le hizo irse hasta Las Vegas, donde pensó que ganaría más: “Eran miles de dólares cada noche; noches incluso de más de 10.000. En Las Vegas viví la ilusión del glamour, las fiestas y el dinero. No podía resistirme a la luz de los casinos y entrar para ver si encontraba a algún cliente muy rico que me rescatara. Todas soñamos con ser Julia Roberts en Pretty Woman”.
Durante los once años que ejerció como prostituta en Las Vegas llenó su vida con fiestas, gente famosa, viajes, hombres y caros objetos materiales pero, como dice Annie, “al final pierdes tu alma en todo este proceso. Vivir en el mundo de Las Vegas me hizo hacer cosas que no hubiera hecho en cualquier otra circunstancia”.
Violencia y drogas y vacío interior
La primera vez que invocó a Jesucristo fue cuando estuvo a punto de ser asesinada por su “chulo”. Al enterarse de que Annie quería dejar la prostitución, la encerró en el maletero de su coche y la amenazó con quemarla en el desierto. Su chulo la liberó pero unos meses después la secuestró y le propinó una paliza en el desierto.
Ese no fue el peor día para Annie: al poco tiempo fue diagnosticada de linfoma. Sin embargo, no abandonó la prostitución porque tenía facturas médicas que pagar. Sumida en una gran depresión por la muerte de varios familiares próximos, su enfermedad y el creciente deseo de abandonar esa vida sin poder hacerlo, Annie entró en el infierno de las drogas: “Es increíble, pero después de curarme, comencé a consumir drogas. Tenía el corazón roto, ninguna voluntad de seguir luchando y sufría por el continuo abuso verbal, físico y sexual que sufría siendo una prostituta de lujo”.
Xanax, valium, cocaína, alcohol y ludopatía... Nada llenaba su vacío interior y entonces probó con diferentes formas de “religiosidad”: wicca, vampirismo, masonería, budismo, new age... todo ello le provocó un desorden por estrés postraumático.
Además, como muchas otras prostitutas, desarrolló una adicción o dependencia hacia el mismo chulo que le pegaba. Estaba perdidamente enamorada, enganchada, hacia la misma persona que la apalizaba y vendía.
Los estudios que maneja su asociación dice que casi 7 de cada 10 mujeres que trabajan en la industria del sexo sufren este estrés postraumático: enfermedad, ansiedad, depresión, insomnios, pesadillas, pérdidas de memoria, anorexia, bulimia, depresión clínica...todos estos eran los síntomas de Annie tras once años trabajando en la industria del sexo en Las Vegas.
Sobrevivir a la sobredosis
Una noche de 2003 casi murió por sobredosis: “Sentía un dolor horrible en mi pecho. Estaba esperando ver las llamas del infierno y le pedí a Jesús que, si me salvaba, le hablaría al mundo entero de Él. Y Jesús vino a rescatarme”.
Y así lo hizo cuando se recuperó. Annie comenzó a usar su dolorosa experiencia en ayudar a personas explotadas sexualmente en Las Vegas.
“Mi pasión es ayudar a prostitutas, proxenetas, strippers y a cualquiera que se haya visto en las redes de la explotación sexual. Quiero ayudarles a ver que hay una vida real esperándoles fuera de la industria del sexo. Si necesitan ayuda para escapar de este estilo de vida, aquí estoy yo para ayudar, no para juzgar”.
Verdades claras
Al mundo y a los clientes les recuerda lo que no quieren pensar: "Las mujeres no son robots, no disfrutan de los actos sexuales, ni de la esclavitud de vender su cuerpo. Tenemos sentimientos y no los podemos eliminar mientras somos prostitutas o strippers. Nos duele, sangramos, lloramos, somos hermanas, madres, hijas, primas, sobrinas, niñas pequeñas".
A las mujeres atrapadas en el negocio les propone un cambio radical, y para eso necesitan a Jesús. Les dice: "Dios te ama a ti, sí, a ti, a esa persona que vive derrotada", les dice. "No dejes que el demonio te robe la alegría más tiempo. Pide a Jesús que entre en tu corazón y observa cómo puede cambiar tu vida radicalmente. ¿Sabías que Jesús murió para que fueses libre? ¿Quieres salir de la celda de tu mente? Reza esta oración".
La oración busca romper el círculo de esclavitud en el que vive la mujer:
"Jesús, creo que eres el Hijo de Dios. Ven a vivir a mi corazón vacío. Manda tu Espíritu Santo a llenarme con tu paz, pasión y amor. Cámbiame completamente, de dentro afuera. Que pueda caminar en el destino perfecto que tienes para mí. Enseñame a vivir mi nueva vida. Abre mis ojos a tu verdad. Rompe las mentiras que el demonio ha puesto en mi mente. En ti confío, oh Señor. Gracias, Jesús. Amén."
El poder del perdón
¿Y después? Después viene el reto de perdonarse una misma y perdonar a los enemigos. Annie lo explica: "Si Jesús podía perdonarme, ¿no podía perdonarme yo misma también? Y me perdoné por todas las cosas horribles que había hecho y el yugo de la atadura y la culpa se quitó de mi espalda".
También perdonó a su chulo, "y a todos los demás que me ofendieron. Rezo por mi chulo cada día y sé que Dios tiene un plan grande para él. ¡Perdona y serás libre!"
"Les digo eso nada más verlas porque necesitan saber que son valiosas, que son bellas y que hay alguien que las ama incondicionalmente", explica.
Su experiencia la impulsó en 2005 a crear Hooker for Jesus, una organización cristiana que lucha contra la explotación sexual, la pornografía y la industria del sexo. Fue "trabajadora del sexo" durante 16 años: primero en Minneapolis, Minnesota, Hawaii y los once últimos, y más traumáticos, en Las Vegas.
Ahora su misión, tal y como ella describe, "es salvar el alma de las mujeres que venden su cuerpo" en la oportunamente llamada Sin City (Ciudad del Pecado).
Abusada y nunca amada
La historia de autodestrucción de Annie se inicia en su infancia. Fue víctima de abusos sexuales con 8 años. Ella misma reconoce además que nunca se sintió amada y que esa circunstancia mermó su autoestima: “Sólo pensaba en qué Dios estaría enfadado conmigo. Le imaginaba con un enorme martillo esperando el momento de aplastarme con él si hacía algo mal”.
A los 18 años perdió la virginidad con un chico que le rompió el corazón. Entonces despertó su lado rebelde y se lanzó a los brazos de una vida de promiscuidad y a la “experimentación”. Durante unas vacaciones con una amiga en Hawaii vendió por primera vez su cuerpo por dinero.
Soñando con Pretty Woman
Al regresar a su ciudad, abandonó su trabajo y se introdujo en el mundo de la prostitución de lujo. Primero se consideraba "bailarina exótica" y "acompañante de lujo". Después tuvo que aceptar encargos más y más exigentes. La seducción del dinero le hizo irse hasta Las Vegas, donde pensó que ganaría más: “Eran miles de dólares cada noche; noches incluso de más de 10.000. En Las Vegas viví la ilusión del glamour, las fiestas y el dinero. No podía resistirme a la luz de los casinos y entrar para ver si encontraba a algún cliente muy rico que me rescatara. Todas soñamos con ser Julia Roberts en Pretty Woman”.
Durante los once años que ejerció como prostituta en Las Vegas llenó su vida con fiestas, gente famosa, viajes, hombres y caros objetos materiales pero, como dice Annie, “al final pierdes tu alma en todo este proceso. Vivir en el mundo de Las Vegas me hizo hacer cosas que no hubiera hecho en cualquier otra circunstancia”.
Violencia y drogas y vacío interior
La primera vez que invocó a Jesucristo fue cuando estuvo a punto de ser asesinada por su “chulo”. Al enterarse de que Annie quería dejar la prostitución, la encerró en el maletero de su coche y la amenazó con quemarla en el desierto. Su chulo la liberó pero unos meses después la secuestró y le propinó una paliza en el desierto.
Ese no fue el peor día para Annie: al poco tiempo fue diagnosticada de linfoma. Sin embargo, no abandonó la prostitución porque tenía facturas médicas que pagar. Sumida en una gran depresión por la muerte de varios familiares próximos, su enfermedad y el creciente deseo de abandonar esa vida sin poder hacerlo, Annie entró en el infierno de las drogas: “Es increíble, pero después de curarme, comencé a consumir drogas. Tenía el corazón roto, ninguna voluntad de seguir luchando y sufría por el continuo abuso verbal, físico y sexual que sufría siendo una prostituta de lujo”.
Xanax, valium, cocaína, alcohol y ludopatía... Nada llenaba su vacío interior y entonces probó con diferentes formas de “religiosidad”: wicca, vampirismo, masonería, budismo, new age... todo ello le provocó un desorden por estrés postraumático.
Además, como muchas otras prostitutas, desarrolló una adicción o dependencia hacia el mismo chulo que le pegaba. Estaba perdidamente enamorada, enganchada, hacia la misma persona que la apalizaba y vendía.
Los estudios que maneja su asociación dice que casi 7 de cada 10 mujeres que trabajan en la industria del sexo sufren este estrés postraumático: enfermedad, ansiedad, depresión, insomnios, pesadillas, pérdidas de memoria, anorexia, bulimia, depresión clínica...todos estos eran los síntomas de Annie tras once años trabajando en la industria del sexo en Las Vegas.
Sobrevivir a la sobredosis
Una noche de 2003 casi murió por sobredosis: “Sentía un dolor horrible en mi pecho. Estaba esperando ver las llamas del infierno y le pedí a Jesús que, si me salvaba, le hablaría al mundo entero de Él. Y Jesús vino a rescatarme”.
Y así lo hizo cuando se recuperó. Annie comenzó a usar su dolorosa experiencia en ayudar a personas explotadas sexualmente en Las Vegas.
“Mi pasión es ayudar a prostitutas, proxenetas, strippers y a cualquiera que se haya visto en las redes de la explotación sexual. Quiero ayudarles a ver que hay una vida real esperándoles fuera de la industria del sexo. Si necesitan ayuda para escapar de este estilo de vida, aquí estoy yo para ayudar, no para juzgar”.
Verdades claras
Al mundo y a los clientes les recuerda lo que no quieren pensar: "Las mujeres no son robots, no disfrutan de los actos sexuales, ni de la esclavitud de vender su cuerpo. Tenemos sentimientos y no los podemos eliminar mientras somos prostitutas o strippers. Nos duele, sangramos, lloramos, somos hermanas, madres, hijas, primas, sobrinas, niñas pequeñas".
A las mujeres atrapadas en el negocio les propone un cambio radical, y para eso necesitan a Jesús. Les dice: "Dios te ama a ti, sí, a ti, a esa persona que vive derrotada", les dice. "No dejes que el demonio te robe la alegría más tiempo. Pide a Jesús que entre en tu corazón y observa cómo puede cambiar tu vida radicalmente. ¿Sabías que Jesús murió para que fueses libre? ¿Quieres salir de la celda de tu mente? Reza esta oración".
La oración busca romper el círculo de esclavitud en el que vive la mujer:
"Jesús, creo que eres el Hijo de Dios. Ven a vivir a mi corazón vacío. Manda tu Espíritu Santo a llenarme con tu paz, pasión y amor. Cámbiame completamente, de dentro afuera. Que pueda caminar en el destino perfecto que tienes para mí. Enseñame a vivir mi nueva vida. Abre mis ojos a tu verdad. Rompe las mentiras que el demonio ha puesto en mi mente. En ti confío, oh Señor. Gracias, Jesús. Amén."
El poder del perdón
¿Y después? Después viene el reto de perdonarse una misma y perdonar a los enemigos. Annie lo explica: "Si Jesús podía perdonarme, ¿no podía perdonarme yo misma también? Y me perdoné por todas las cosas horribles que había hecho y el yugo de la atadura y la culpa se quitó de mi espalda".
También perdonó a su chulo, "y a todos los demás que me ofendieron. Rezo por mi chulo cada día y sé que Dios tiene un plan grande para él. ¡Perdona y serás libre!"