ROMA, 21 Jun. 12 / 05:32 am (ACI).- Una multitud se reunió el último sábado en la iglesia
Santa Francisca Romana de esta capital en los funerales de Chiara
Corbella, una joven de profunda fe católica que murió por retrasar un
tratamiento contra el cáncer para proteger al bebé que esperaba.
A sus 28 años de edad Chiara tenía un feliz matrimonio
con Enrico Petrillo. Juntos superaron el dolor de ver morir a dos hijos
poco después del parto debido a graves malformaciones y compartieron su
testimonio en diferentes eventos pro-vida. Para ellos los minutos que vivieron con sus hijos David y María fueron los más felices de su existencia.
En el 2010, Chiara resultó embarazada por tercer vez y según los
médicos el niño estaba completamente sano. Sin embargo, a ella le
diagnosticaron un agresivo cáncer de lengua y le propusieron someterse a
un tratamiento que pondría en riesgo a su hijo.
Chiara decidió proteger al bebé y pospuso el tratamiento hasta el nacimiento de Francisco, el 30 de mayo de 2011.
El cáncer avanzó con fuerza, perdió la vista en un ojo y los médicos
la desahuciaron en abril pasado. Chiara falleció el 13 de junio
acompañada por sus seres más queridos y convencida de que partía al
encuentro de sus hijos mayores.
"Voy al cielo
para ocuparme de María y David, y tu quédate aquí con papá. Yo desde
allí rezaré por vosotros", escribió Chiara en una carta dirigida a
Francisco una semana antes de su muerte.
Los funerales fueron oficiados por el Vicario General de Roma, Cardenal Agostino Vallini,
quien recordó a Chiara como la "segunda Gianna Beretta", la santa que
sacrificó su vida en circunstancias similares para proteger a la niña
que llevaba en el vientre.
A la ceremonia asistieron además cerca de mil personas, quienes despidieron a Chiara con cantos y aplausos.
Entre los celebrantes estaba también el padre espiritual de Chiara,
el franciscano fray Vito, en cuya homilía recordó que la joven eligió
arriesgar su vida para servir de ejemplo a otras embarazadas, "un
testimonio que podría salvar a tantas personas".
Enrico, el esposo de Chiara, aseguró que vivió una "historia de amor en la cruz"
y en declaraciones a Radio Vaticana, explicó que "a través de las vidas
de nuestros hijos hemos descubierto que la vida, 30 minutos o 100 años,
no tienen mucha diferencia. Ha sido siempre maravilloso descubrir este
amor cada vez más grande al afrontar los problemas".
"Así, nos enamorábamos cada vez más entre nosotros y de Jesús. Este
amor no nos desilusionó jamás, y por eso, nunca perdimos el tiempo,
aunque todos a nuestro alrededor nos dijeran: ‘Esperad, no tened prisa
por hacer otro hijo’".
"Hemos vivido este amor más fuerte que la muerte. La gracia que nos
ha dado el Señor, ha sido la de no poner barreras a su gracia. Hemos
dicho ‘sí’, nos hemos acogido a Él con todas nuestras fuerzas, también
porque lo que nos pedía era más grande que nosotros", explicó.
"Y entonces, siendo conscientes de esto, sabíamos que solo no
habríamos podido jamás conseguirlo, pero con Él sí. Hemos tenido un noviazgo
normal, rompimos, reñimos un poco, como todos los novios. Pero a un
cierto punto, cuando decidimos hacer las cosas seriamente, cambió todo".
"Hemos descubierto que la única cosa extraordinaria es la vida misma", subrayó.
"Dice el Señor: ‘A todos los que le acogieron, dio el poder de
convertirse en hijos de Dios’. Chiara y yo deseábamos profundamente
esto: convertirnos en hijos del Señor. Somos nosotros quienes debemos
elegir si esta vida es por azar, o si existe un Padre que nos ha creado y
que nos ama".
En un video de Chiara difundido en Youtube, ella asegura que "el Señor pone la verdad en cada uno de nosotros; no existe la posibilidad de entenderla mal", en este sentido, Enrico explicó que su mujer se refería "al hecho de que el mundo de hoy te propone elecciones equivocadas ante el aborto, ante el niño enfermo, ante el anciano terminal", pero "el Señor responde con historias como la nuestra".
"Somos nosotros quienes amamos filosofar sobre la vida, sobre quien
la ha creado, y por tanto, al final, nos confundimos solos al querer
convertirnos un poco en dueños de la vida y buscando de escapar de la
cruz que el Señor nos dona", dijo.
"La verdad es que esta Cruz, –si la vives con Cristo-, deja de ser
tan fea como aparenta. Si te fías de él, descubres que en este fuego, en
esta Cruz no ardes, y que en el dolor está la paz y en la muerte está
la alegría".
"Reflexionaba mucho, sobre todo este año, en la frase del Evangelio
que dice que el Señor nos da una Cruz dulce y una carga ligera. Cuando
miraba a Chiara, que estaba a punto de morir, me ponía, obviamente, muy
agitado. Entonces tomé coraje y pocas horas antes –era sobre las ocho de
la mañana, Chiara murió a medio día-, se lo pregunté. Le dije: ‘¿Pero
Chiara, amor mío, esta Cruz es realmente dulce, como dice el Señor?’.
Ella me ha mirado, me ha sonreído, y con un hilo de voz me ha dicho:
‘Sí, Enrico, es muy dulce’. De este modo, toda la familia no hemos visto morir a Chiara serena, sino que la hemos visto morir feliz, que es totalmente distinto".
Enrico asegura que cuando su hijo crezca le contará "lo hermoso que
es dejarse amar por Dios, porque si te sientes amado puede hacerlo
todo", y esto es "lo más importante de la vida: dejarse amar, para
después, a la vez, amar y morir felices".
"Le explicaré que esto lo hizo su mamá, Chiara. Ella se dejó amar, y
en un cierto sentido, me parece que amó así a todo el mundo. La siento
más viva hoy que antes. El hecho de haberla visto morir feliz para mí
fue un desafío a la muerte. Me daba mucho miedo pensar después de la
experiencia con nuestros hijos, David y María, poder ver morir también a
mi hijo Francisco", pero, "hoy sé que hay algo hermosísimo allá que nos
espera", concluyó.