El primer ministro británico, David Cameron, quiere someter a referéndum el establecimiento del llamado matrimonio entre personas del mismo sexo. Entre otras cosas, por las presiones de su socio de gobierno, el liberal Nick Clegg.
Pero se está encontrando una fuerte resistencia de la sociedad inglesa, galesa y escocesa. La última expresión de ese rechazo es el artículo escrito en el Telegraph este sábado por el cardenal Keith O´Brien, arzobispo de San Andrés y Edimburgo.
Una locura
"No podemos permitirnos pasar por alto esta locura", afirma en el titular. Y lo cierto es que argumenta con gran dureza y contundencia las razones.
Primero, señalando que aquí no hay peticiones inocentes que valgan. Primero, porque las uniones civiles llevan años existiendo, y cuando fueron introducidas "sus partidarios se desgañitaban diciendo que no querían el matrimonio, y que el matrimonio sería siempre entre un hombre y una mujer": "Y a quienes nos oponíamos se nos acusaba de alarmistas por advertir de que con el paso del tiempo se pediría también el matrimonio".
Pero, además, "puesto que todos los derechos legales del matrimonio ya están disponibles para las parejas homosexuales, está claro que esta propuesta no va de derechos, sino más bien es un intento de redefinir el matrimonio para toda la sociedad a instancias de una minoría de activistas".
Los siguientes párrafos son una previsión clarividente de lo que en realidad pretende esa minoría pretendiendo que se llame matrimonio a las relaciones homosexuales: "Redefinir el matrimonio tendrá enormes implicaciones sobre lo que se enseña en las escuelas, y para toda la sociedad. Redefinirá la sociedad, puesto que la institución del matrimonio es uno de los pilares fundamentales de la sociedad".
Totalitarismo en la escuela
"¿Puede cambiarse una palabra cuyo significado ha sido claramente entendido siempre en todas las sociedades a través de la historia, cambiarse de la noche a la mañana por algo distinto? Si se legaliza el matrimonio del mismo sexo, ¿qué pasará con el profesor que quiera enseñar a sus alumnos que el matrimonio sólo puede entenderse -y siempre se ha entendido- como la unión entre un hombre y una mujer? ¿Se respetará el derecho de ese profesor a sostener y enseñar su punto de vista, o será despedido?", se pregunta el cardenal O´Brien.
Y se responde a sí mismo, aunque en forma interrogativa: "¿Acaso no se convertirá tanto a profesor como a alumnos en las próximas víctimas de la tiranía de la tolerancia, en herejes cuya disensión respecto a la ortodoxia impuesta por el Estado será aplastada a costa?".
El purpurado recuerda que el artículo 16 de la Declaración de Derechos Humanos establece que el matrimonio es entre hombre y mujer, y sin embargo se presta oídos "educados" a quienes quieren destruirlo, y se disculpa su "locura", a pesar de que "su proyecto supone una subversión grotesca de un derecho humano universalmente aceptado".
El daño a los menores
El cardenal O´Brien recuerda luego que el matrimonio es una institución natural y por tanto ninguna ley humana puede pretender convertirse en su dueña y señora, sino protegerlo como la más beneficiosa institución para la sociedad, "en vez de atacarla y desmantelarla".
Y recuerda también la otra parte perjudicada: los niños en los casos de adopción. "El matrimonio del mismo sexo eliminará por completo de la ley la idea básica de una madre y un padre para cada niño. Se creará una sociedad que elige deliberadamente privar a un niño o de su padre o de su madre".
Además, "si el matrimonio puede redefinirse para que ya no signifique la unión entre un hombre y una mujer, ¿por qué parar ahí?". Se abren también las puertas a la poligamia, pues "¿sobre qué base podrá impedirse casarse a tres personas que se aman?".
El argumento que ha usado el gobierno británico de que no se obligará a las comunidades religiosas a casar a personas del mismo sexo no disminuye la gravedad del cambio, remata O´Brien: "¿Se aceptaría la esclavitud alegando que a nadie se le obligará a tener esclavos?".
Pero se está encontrando una fuerte resistencia de la sociedad inglesa, galesa y escocesa. La última expresión de ese rechazo es el artículo escrito en el Telegraph este sábado por el cardenal Keith O´Brien, arzobispo de San Andrés y Edimburgo.
Una locura
"No podemos permitirnos pasar por alto esta locura", afirma en el titular. Y lo cierto es que argumenta con gran dureza y contundencia las razones.
Primero, señalando que aquí no hay peticiones inocentes que valgan. Primero, porque las uniones civiles llevan años existiendo, y cuando fueron introducidas "sus partidarios se desgañitaban diciendo que no querían el matrimonio, y que el matrimonio sería siempre entre un hombre y una mujer": "Y a quienes nos oponíamos se nos acusaba de alarmistas por advertir de que con el paso del tiempo se pediría también el matrimonio".
Pero, además, "puesto que todos los derechos legales del matrimonio ya están disponibles para las parejas homosexuales, está claro que esta propuesta no va de derechos, sino más bien es un intento de redefinir el matrimonio para toda la sociedad a instancias de una minoría de activistas".
Los siguientes párrafos son una previsión clarividente de lo que en realidad pretende esa minoría pretendiendo que se llame matrimonio a las relaciones homosexuales: "Redefinir el matrimonio tendrá enormes implicaciones sobre lo que se enseña en las escuelas, y para toda la sociedad. Redefinirá la sociedad, puesto que la institución del matrimonio es uno de los pilares fundamentales de la sociedad".
Totalitarismo en la escuela
"¿Puede cambiarse una palabra cuyo significado ha sido claramente entendido siempre en todas las sociedades a través de la historia, cambiarse de la noche a la mañana por algo distinto? Si se legaliza el matrimonio del mismo sexo, ¿qué pasará con el profesor que quiera enseñar a sus alumnos que el matrimonio sólo puede entenderse -y siempre se ha entendido- como la unión entre un hombre y una mujer? ¿Se respetará el derecho de ese profesor a sostener y enseñar su punto de vista, o será despedido?", se pregunta el cardenal O´Brien.
Y se responde a sí mismo, aunque en forma interrogativa: "¿Acaso no se convertirá tanto a profesor como a alumnos en las próximas víctimas de la tiranía de la tolerancia, en herejes cuya disensión respecto a la ortodoxia impuesta por el Estado será aplastada a costa?".
El purpurado recuerda que el artículo 16 de la Declaración de Derechos Humanos establece que el matrimonio es entre hombre y mujer, y sin embargo se presta oídos "educados" a quienes quieren destruirlo, y se disculpa su "locura", a pesar de que "su proyecto supone una subversión grotesca de un derecho humano universalmente aceptado".
El daño a los menores
El cardenal O´Brien recuerda luego que el matrimonio es una institución natural y por tanto ninguna ley humana puede pretender convertirse en su dueña y señora, sino protegerlo como la más beneficiosa institución para la sociedad, "en vez de atacarla y desmantelarla".
Y recuerda también la otra parte perjudicada: los niños en los casos de adopción. "El matrimonio del mismo sexo eliminará por completo de la ley la idea básica de una madre y un padre para cada niño. Se creará una sociedad que elige deliberadamente privar a un niño o de su padre o de su madre".
Además, "si el matrimonio puede redefinirse para que ya no signifique la unión entre un hombre y una mujer, ¿por qué parar ahí?". Se abren también las puertas a la poligamia, pues "¿sobre qué base podrá impedirse casarse a tres personas que se aman?".
El argumento que ha usado el gobierno británico de que no se obligará a las comunidades religiosas a casar a personas del mismo sexo no disminuye la gravedad del cambio, remata O´Brien: "¿Se aceptaría la esclavitud alegando que a nadie se le obligará a tener esclavos?".