segunda-feira, 31 de agosto de 2009

Mujeres que proclaman la liberación de la vergüenza


Frank Pavone

“Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros.” (1 Juan 1:3) Con estas palabras Juan delinea el fundamento sobre el cual se proclamó el Evangelio al mundo: el testimonio personal. Pedro proclamó: “Nosotros somos testigos de todo lo que hizo…y le dio a manifestarse…a los testigos de antemano elegidos por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con El después de resucitado de entre los muertos. Y nos ordenó predicar al pueblo y atestiguar que por Dios ha sido instituido…” (Hechos 10:39-42)

Dios toma en serio el testimonio personal. Es la forma en la que ha diseminado su palabra desde el principio. Interviene en la vida de la gente y luego ordena que aquellos que han experimentado su intervención se lo digan a otros.

Los patriarcas del Antiguo Testamento encontraron a Dios en formas variadas y sorprendentes, y el avance de la historia de la salvación dependió de su testimonio compartido, comenzando con Abraham que compartió su encuentro por el cual Dios le dijo que se mudara con su familia y confiara en una promesa de fecundidad que parecía imposible. Los profetas también a través de acciones y palabras simbólicas le dijeron al pueblo lo que Dios les decía a ellos. El evento central del Antiguo Testamento, el Éxodo, nos llega a través de generaciones de testimonio personal de la intervención poderosa de Dios.

El mismo Jesucristo es el testimonio del Padre. “Yo hablo lo que he visto en el Padre.” (Juan 8:38) explicó Jesús. “Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad.” (Juan 18:37)

La experiencia de conversión de Pablo en el camino a Damasco es uno de los testimonios más famosos del cristianismo. Y no se acaba en la Biblia. Ya sea a través de las Confesiones de san Agustín, los escritos de Teresa de Ávila, Juan de la Cruz o Ignacio de Loyola, esto es lo que sabemos: el testimonio personal es una herramienta esencial de la evangelización.

No debe sorprendernos, entonces, que uno de los más poderosos desarrollos pro-vida de nuestros días sea el movimiento por el cual las mujeres y varones que han perdido niños a causa del aborto hablan públicamente de su dolor y sanación. La campaña Silent No More Awareness, un proyecto de Priests for Life y Anglicans for Life, les da a estos individuos la oportunidad de dar testimonio en iglesias, en los medios de comunicación y en manifestaciones en todo el mundo. Revelan el horror oculto del aborto y proclaman que para aquellos que están alienados por el pecado, ya sea por el aborto o no, hay un Salvador.

Ha llegado la hora que la Iglesia y cada uno de nosotros oigamos y diseminemos los testimonios de estos varones y mujeres. Igualemos nuestro coraje con el de ellos, que confrontan al mundo con la palabra de su testimonio, que se puede encontrar en www.SilentNoMoreAwareness.org y en You Tube www.youtube.com/silentnomorecampaign. Hasta la Corte Suprema reconoció en el 2007 el significado de ese testi. Y eso es sólo el comienzo.


Esta columna se puede encontrar en la página de Internet www.priestsforlife.org/spanish/09-08-31span.htm