El ginecólogo había aconsejado un aborto. La bebé nació cuando tenía 23 semanas y media, el umbral absoluto de viabilidad.
In Religión en Libertad
En agosto del año pasado, Jessica Council – una hermosa mujer de 30 años de edad, madre de una hermosa criatura – notó que tenía dolor de garganta. En la misma época, también comenzó a sospechar que estaba embarazada.
Como después de dos semanas el dolor de garganta no se había ido, Jessica decidió hacerse un control. Su médico le dijo que probablemente era un bocio de tiroides, y en última instancia nada de que preocuparse. Pero sólo para estar seguro, le hizo una prueba, que él dijo que confirmó sus sospechas iniciales. Todo estaría bien, dijo.
Pero no todo estaba bien. El doctor había leído mal la prueba.
Alrededor del 15 de noviembre, Jessica comenzó a tener problemas para respirar. El 21 de noviembre ella llegó a la sala de emergencias. Luego, el 22 de noviembre, su garganta tan cerrada al punto que no podía respirar, razón por la cual los médicos le insertaron un tubo en su garganta, y le pusieron un ventilador.
Al día siguiente, el 23 de noviembre, le informaron a Jessica que tenía cáncer. Para entonces, ella también sabía con certeza que estaba embarazada.
Así comenzó un viaje que pondría la fe y las convicciones pro-vida de Jessica y su marido, Clint, a prueba en forma definitiva.
“Cada día valió la pena”
Jessica y Clint se conocieron en Greenville College School. En una larga entrevista con LifeSiteNews.com, Clint dijo que había observado a la hermosa pelirroja sentada un día en el comedor universitario, y le preguntó si podía acompañarla. Ella se negó. Pero Clint no se dio por vencido.
De hecho, Clint se pasó un año y medio molestando a Jessica antes que ella accediera a salir con él. La pareja se casó dos años y medio después de eso. “Supongo cuando usted sabe que sabe”, dijo. “Tuve que trabajar muy duro para ella, pero cada día valió la pena”.
La pareja se mudó a Traveler’s Rest, Carolina del Sur, donde tuvieron un hijo y trabajaron en una obra de caridad cristiana como mentores de los jóvenes. La vida era buena: ellos eran jóvenes, estaban enamorados, tenían salud y disfrutaban la vida.
Clint señala que su esposa siempre se cuidó meticulosamente. “Ella siempre ha sido extremadamente saludable”, dijo. “Observaba que ella comía con mucho cuidado. Trató de honrar a Dios con su cuerpo. Lo ejercitó regularmente”.
Por esta razón, la última cosa que ellos esperaban era el cáncer que la atacó en agosto pasado.
No hay más opciones
Clint describe la reacción de su esposa al saber que tenía cáncer en la garganta como “una mezcla de miedo y sorpresa”. En cuanto a él, dice que sintió “todas las emociones que se pueda imaginar… a excepción de alegría. Yo era un caso perdido”.
Pero por supuesto, Jessica no era la única amenazada por el cáncer: estaba embarazada y cualquier tratamiento al que se sometiera perjudicaría casi con toda seguridad a su hijo por nacer, y posiblemente lo mataría.
El 25 de noviembre, el ginecólogo-obstetra del hospital le aconsejó a la pareja un aborto. Clint dice Jessica nunca vaciló. “Esa nunca fue una opción”, dijo. “Eso es blanco y negro”.
Pero lo que fue menos blanco y negro era si aceptaba o no tratamientos: mientras que el oncólogo dijo que la quimioterapia probablemente mataría al bebé, el ginecólogo no estaba de acuerdo, pues decía que el bebé probablemente sobreviviría, pero sufriendo daño cerebral.
“Jessica me miró, y le tomó unos pocos segundos”, dijo Clint, y “dijo no con la cabeza”. Ella también se negó a la radioterapia a causa de sus riesgos similares.
“En realidad no teníamos muchas opciones de tratamiento después de eso”, dijo Clint, señalando que la cirugía nunca fue una opción debido al lugar donde estaba localizado el cáncer.
“Ella no se despertó”
La cuestión del tratamiento surgió de nuevo cuando el bebé llegó al tercer trimestre. En ese momento, dice Clint, la decisión fue mucho más difícil, con los médicos diciendo que los riesgos eran mínimos porque el bebé estaba casi completamente desarrollado.
Sin embargo, Jessica siguió negándose a los tratamientos, para el bien de su hijo no nacido – una decisión que Clint dice que dejó a los médicos “muy confundidos”.
Clint confiesa que ni él ni su esposa sintieron que los médicos fueran totalmente sinceros respecto a los riesgos. Pero también dice que su esposa tenía otra razón para rechazar los tratamientos.
Dice que “ella sabía que iba a morir de todas formas”. “Ella no compartió eso conmigo hasta casi cuando murió… Pero pienso que ella sabía, y ella estuvo pensando que iba a dar a este bebé todas las oportunidades que pudiera”.
Aunque la pareja encontró un cierto éxito con los métodos alternativos para frenar el crecimiento del cáncer, incluyendo una estricta dieta de jugos de vegetales orgánicos y suplementos, sin tratamientos más agresivos sólo fue una cuestión de tiempo antes que el cáncer ganara la partida.
Un milagro de 23 semanas
En la noche del 5 de febrero, Jessica se fue a dormir con dolor de cabeza y náuseas. “Ella no se despertó”, dice Clint.
Al día siguiente el hospital declaró la muerte cerebral de Jessica, y los médicos entregaron a Clint el visto bueno para efectuar el parto por cesárea. El 6 de febrero, nació la pequeña “Jessi”, pesando solamente 1 libra 3 oz (538 gramos).
Los médicos habían pensado que Jessica estaba embarazada de 25 semanas, pero después que nació la bebé se dieron cuenta que probablemente tenía sólo alrededor de 23 semanas y media, que es el umbral absoluto de viabilidad.
“Sobre eso sólo puedo dar testimonio de la gracia de Dios, debido a Jessica murió justo cuando el bebé era viable para la vida fuera del útero”, dice Clint. Los médicos dicen que Jessi se está desarrollando bien.
“Emocionalmente brutal”
Clint describe toda la experiencia como “emocionalmente brutal”, y admite que a pesar de sus firmes convicciones cristianas y pro-vida, lo que estuvo muy lejos de ser fácil fue recorrer el camino que él y su esposa emprendieron.
“Sí, yo luché”, dice, “porque en la Biblia está la única persona que nos mandó amar más que a nosotros mismo. Esto lo hizo ella. Yo luché”.
“A veces es más fácil ser generoso en cualquier cosa que te pasa”, señala, “pero cuando se llega a perder a la persona que amas más que cualquier otra cosa, es muy difícil”.
También fue difícil para su hijo de dos años y medio de edad. Clint relata que después que Jessica ingresó al hospital, su hijo no pudo verla durante aproximadamente un mes, y durante ese tiempo ni siquiera miró o habló con su padre. Pero después que visitó a su madre, “comenzó a estar mejor”, dice Clint.
Después que Jessica murió, el niño sufrió un período de aguda “ansiedad por la separación”, aunque su padre dice que ha comenzado a superarlo.
En cuanto a Clint mismo, apenas dos meses después de la muerte de su esposa, él dice que está funcionando en piloto automático, manteniéndose ocupado con el trabajo y cuidando de sus dos hijos.
En este punto él hace una pausa. “Voy a ser muy franco”, dice, señalando que él quiere hacer lo que pueda para ayudar a otros que puedan estar en una situación similar. “Durante el primer mes, no podía – y estoy queriendo significar literalmente con esto una incapacidad -. Yo no podía leer mi Biblia, no podía rezar”.
Él describe la sensación como similar a la de un niño que es disciplinado por un padre: “A pesar que yo sabía intelectualmente que la relación estaba allí, aunque yo sabía que [Dios] me amaba, acepté todas estas cosas desde un punto de vista mental. Espiritualmente no sentía nada”.
“Y no se trata de los sentimientos, sino que la alegría en Dios había desaparecido por completo durante casi un mes. Yo estuve funcionando únicamente en lo que yo sabía que era verdad desde el punto de vista mental”.
Ahora, sin embargo, él dice que ha ido más allá de esa primera etapa, y que ha comenzado a rezar de nuevo, inclusive por otras personas.
No obstante ello, dice que probablemente llegará un momento en el que tendrá que dejar todo, y precisamente hacer duelo por la pérdida de su esposa.
“Alabado sea Dios”
Pese a que el cansancio y el sufrimiento es palpable en la voz de Clint, al hablar con él se detecta algo más también: una resignación profunda no nacida de la desesperación, sino de una fe auténtica y arraigada que acepta que este sufrimiento fue en última instancia significativo, y que hay tragedias peores inclusive que la muerte.
En una nota escrita menos de dos semanas después de la muerte de Jessica, y enviada a un blog sobre la lucha de ella con el cáncer, Clint escribió las últimas palabras que muchos esperarían escuchar de un hombre que acaba de perder a una esposa joven a quien amaba entrañablemente.
“Alabado sea Dios, mis amigos”, dijo él. “No dudes de Dios, no estés enojado con Él por mi causa”. “Tengo el privilegio de haber tenido una esposa que estaba tan llena del amor del Padre. Alégrense conmigo, hermanos y hermanas. Dios ha bendecido a Jessica al llevarla a un lugar de perfecta paz y sin dolor. Tengo que estar agradecido por el tiempo que tuve con ella, en lugar de lamentar todas las cosas que nunca llegamos a hacer juntos. Debemos dar gracias en todas las cosas, porque ésta es la voluntad de Dios en Jesucristo”. “Gracia y Paz a todos”.
Como después de dos semanas el dolor de garganta no se había ido, Jessica decidió hacerse un control. Su médico le dijo que probablemente era un bocio de tiroides, y en última instancia nada de que preocuparse. Pero sólo para estar seguro, le hizo una prueba, que él dijo que confirmó sus sospechas iniciales. Todo estaría bien, dijo.
Pero no todo estaba bien. El doctor había leído mal la prueba.
Alrededor del 15 de noviembre, Jessica comenzó a tener problemas para respirar. El 21 de noviembre ella llegó a la sala de emergencias. Luego, el 22 de noviembre, su garganta tan cerrada al punto que no podía respirar, razón por la cual los médicos le insertaron un tubo en su garganta, y le pusieron un ventilador.
Al día siguiente, el 23 de noviembre, le informaron a Jessica que tenía cáncer. Para entonces, ella también sabía con certeza que estaba embarazada.
Así comenzó un viaje que pondría la fe y las convicciones pro-vida de Jessica y su marido, Clint, a prueba en forma definitiva.
“Cada día valió la pena”
Jessica y Clint se conocieron en Greenville College School. En una larga entrevista con LifeSiteNews.com, Clint dijo que había observado a la hermosa pelirroja sentada un día en el comedor universitario, y le preguntó si podía acompañarla. Ella se negó. Pero Clint no se dio por vencido.
De hecho, Clint se pasó un año y medio molestando a Jessica antes que ella accediera a salir con él. La pareja se casó dos años y medio después de eso. “Supongo cuando usted sabe que sabe”, dijo. “Tuve que trabajar muy duro para ella, pero cada día valió la pena”.
La pareja se mudó a Traveler’s Rest, Carolina del Sur, donde tuvieron un hijo y trabajaron en una obra de caridad cristiana como mentores de los jóvenes. La vida era buena: ellos eran jóvenes, estaban enamorados, tenían salud y disfrutaban la vida.
Clint señala que su esposa siempre se cuidó meticulosamente. “Ella siempre ha sido extremadamente saludable”, dijo. “Observaba que ella comía con mucho cuidado. Trató de honrar a Dios con su cuerpo. Lo ejercitó regularmente”.
Por esta razón, la última cosa que ellos esperaban era el cáncer que la atacó en agosto pasado.
No hay más opciones
Clint describe la reacción de su esposa al saber que tenía cáncer en la garganta como “una mezcla de miedo y sorpresa”. En cuanto a él, dice que sintió “todas las emociones que se pueda imaginar… a excepción de alegría. Yo era un caso perdido”.
Pero por supuesto, Jessica no era la única amenazada por el cáncer: estaba embarazada y cualquier tratamiento al que se sometiera perjudicaría casi con toda seguridad a su hijo por nacer, y posiblemente lo mataría.
El 25 de noviembre, el ginecólogo-obstetra del hospital le aconsejó a la pareja un aborto. Clint dice Jessica nunca vaciló. “Esa nunca fue una opción”, dijo. “Eso es blanco y negro”.
Pero lo que fue menos blanco y negro era si aceptaba o no tratamientos: mientras que el oncólogo dijo que la quimioterapia probablemente mataría al bebé, el ginecólogo no estaba de acuerdo, pues decía que el bebé probablemente sobreviviría, pero sufriendo daño cerebral.
“Jessica me miró, y le tomó unos pocos segundos”, dijo Clint, y “dijo no con la cabeza”. Ella también se negó a la radioterapia a causa de sus riesgos similares.
“En realidad no teníamos muchas opciones de tratamiento después de eso”, dijo Clint, señalando que la cirugía nunca fue una opción debido al lugar donde estaba localizado el cáncer.
“Ella no se despertó”
La cuestión del tratamiento surgió de nuevo cuando el bebé llegó al tercer trimestre. En ese momento, dice Clint, la decisión fue mucho más difícil, con los médicos diciendo que los riesgos eran mínimos porque el bebé estaba casi completamente desarrollado.
Sin embargo, Jessica siguió negándose a los tratamientos, para el bien de su hijo no nacido – una decisión que Clint dice que dejó a los médicos “muy confundidos”.
Clint confiesa que ni él ni su esposa sintieron que los médicos fueran totalmente sinceros respecto a los riesgos. Pero también dice que su esposa tenía otra razón para rechazar los tratamientos.
Dice que “ella sabía que iba a morir de todas formas”. “Ella no compartió eso conmigo hasta casi cuando murió… Pero pienso que ella sabía, y ella estuvo pensando que iba a dar a este bebé todas las oportunidades que pudiera”.
Aunque la pareja encontró un cierto éxito con los métodos alternativos para frenar el crecimiento del cáncer, incluyendo una estricta dieta de jugos de vegetales orgánicos y suplementos, sin tratamientos más agresivos sólo fue una cuestión de tiempo antes que el cáncer ganara la partida.
Un milagro de 23 semanas
En la noche del 5 de febrero, Jessica se fue a dormir con dolor de cabeza y náuseas. “Ella no se despertó”, dice Clint.
Al día siguiente el hospital declaró la muerte cerebral de Jessica, y los médicos entregaron a Clint el visto bueno para efectuar el parto por cesárea. El 6 de febrero, nació la pequeña “Jessi”, pesando solamente 1 libra 3 oz (538 gramos).
Los médicos habían pensado que Jessica estaba embarazada de 25 semanas, pero después que nació la bebé se dieron cuenta que probablemente tenía sólo alrededor de 23 semanas y media, que es el umbral absoluto de viabilidad.
“Sobre eso sólo puedo dar testimonio de la gracia de Dios, debido a Jessica murió justo cuando el bebé era viable para la vida fuera del útero”, dice Clint. Los médicos dicen que Jessi se está desarrollando bien.
“Emocionalmente brutal”
Clint describe toda la experiencia como “emocionalmente brutal”, y admite que a pesar de sus firmes convicciones cristianas y pro-vida, lo que estuvo muy lejos de ser fácil fue recorrer el camino que él y su esposa emprendieron.
“Sí, yo luché”, dice, “porque en la Biblia está la única persona que nos mandó amar más que a nosotros mismo. Esto lo hizo ella. Yo luché”.
“A veces es más fácil ser generoso en cualquier cosa que te pasa”, señala, “pero cuando se llega a perder a la persona que amas más que cualquier otra cosa, es muy difícil”.
También fue difícil para su hijo de dos años y medio de edad. Clint relata que después que Jessica ingresó al hospital, su hijo no pudo verla durante aproximadamente un mes, y durante ese tiempo ni siquiera miró o habló con su padre. Pero después que visitó a su madre, “comenzó a estar mejor”, dice Clint.
Después que Jessica murió, el niño sufrió un período de aguda “ansiedad por la separación”, aunque su padre dice que ha comenzado a superarlo.
En cuanto a Clint mismo, apenas dos meses después de la muerte de su esposa, él dice que está funcionando en piloto automático, manteniéndose ocupado con el trabajo y cuidando de sus dos hijos.
En este punto él hace una pausa. “Voy a ser muy franco”, dice, señalando que él quiere hacer lo que pueda para ayudar a otros que puedan estar en una situación similar. “Durante el primer mes, no podía – y estoy queriendo significar literalmente con esto una incapacidad -. Yo no podía leer mi Biblia, no podía rezar”.
Él describe la sensación como similar a la de un niño que es disciplinado por un padre: “A pesar que yo sabía intelectualmente que la relación estaba allí, aunque yo sabía que [Dios] me amaba, acepté todas estas cosas desde un punto de vista mental. Espiritualmente no sentía nada”.
“Y no se trata de los sentimientos, sino que la alegría en Dios había desaparecido por completo durante casi un mes. Yo estuve funcionando únicamente en lo que yo sabía que era verdad desde el punto de vista mental”.
Ahora, sin embargo, él dice que ha ido más allá de esa primera etapa, y que ha comenzado a rezar de nuevo, inclusive por otras personas.
No obstante ello, dice que probablemente llegará un momento en el que tendrá que dejar todo, y precisamente hacer duelo por la pérdida de su esposa.
“Alabado sea Dios”
Pese a que el cansancio y el sufrimiento es palpable en la voz de Clint, al hablar con él se detecta algo más también: una resignación profunda no nacida de la desesperación, sino de una fe auténtica y arraigada que acepta que este sufrimiento fue en última instancia significativo, y que hay tragedias peores inclusive que la muerte.
En una nota escrita menos de dos semanas después de la muerte de Jessica, y enviada a un blog sobre la lucha de ella con el cáncer, Clint escribió las últimas palabras que muchos esperarían escuchar de un hombre que acaba de perder a una esposa joven a quien amaba entrañablemente.
“Alabado sea Dios, mis amigos”, dijo él. “No dudes de Dios, no estés enojado con Él por mi causa”. “Tengo el privilegio de haber tenido una esposa que estaba tan llena del amor del Padre. Alégrense conmigo, hermanos y hermanas. Dios ha bendecido a Jessica al llevarla a un lugar de perfecta paz y sin dolor. Tengo que estar agradecido por el tiempo que tuve con ella, en lugar de lamentar todas las cosas que nunca llegamos a hacer juntos. Debemos dar gracias en todas las cosas, porque ésta es la voluntad de Dios en Jesucristo”. “Gracia y Paz a todos”.