En 1988, el entonces cardenal Joseph Ratzinger en calidad de
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe impartió un juicio
definitivo sobre los hechos de Akita, juzgándolos dignos de fe y
fiables
Javier Garralda Alonso
Estos hechos extraordinarios empezaron en 1973 en la ciudad
japonesa de Akita y fue protagonista una monja católica japonesa. La Virgen dio
sólo tres mensajes, relativamente cortos, pero de gran trascendencia. En 1975 la
estatua de la Virgen en la capilla de las religiosas empezó a verter lágrimas y
esto se repitió 101 veces. Se cuenta con el testimonio de este hecho
sorprendente y conmovedor por parte de más de 500 cristianos y no cristianos,
incluido el alcalde budista de la villa.
En 1984, el obispo del lugar declaró los hechos como sobrenaturales
y autorizó en toda la diócesis la veneración de la Santa Madre de Akita. En
1988, el entonces cardenal Joseph Ratzinger (hoy, nuestro Papa, Benedicto XVI),
en su calidad de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, impartió
un juicio definitivo sobre los hechos de Akita, juzgándolos dignos de fe y
fiables. (El entonces cardenal observó que Akita es una continuación de los
mensajes de Fátima).
Es natural que si las instancias supremas de la Iglesia consideran
dignas de confianza estas apariciones busquemos, aunque sea brevemente, conocer
lo más esencial de sus mensajes y de otros hechos extraordinarios relacionados.
Ante todo, la Virgen nos habla de cuál ha de ser nuestra vida interior, pues lo
que dice a esta religiosa, Sor Agnes Sasagawa, nos lo podemos aplicar todos. Así
ora con ella en estos términos:
“Sacratísimo Corazón de Jesús, verdaderamente presente en la Santa
Eucaristía, te consagro mi cuerpo y alma para ser enteramente una con tu
Corazón, sacrificado cada instante en todos los altares del mundo
(...)”.
“Ruego que recibas esta humilde ofrenda de mi ser. Utilízame como
quieras para gloria del Padre y la salvación de las almas”.
El día 28 de Junio de 1973, una llaga en forma de cruz apareció en
la palma de la mano izquierda de Sor Agnes. La Virgen le dijo en su primer
mensaje: “¿Te causa sufrimiento la herida de tu mano? Reza en reparación por los
pecados de los hombres.”
¿Cuál es la causa del llanto de la Virgen?: Nos lo dice ella misma:
“Pensar en la pérdida de tantas almas es la causa de mi tristeza”. (Participa
María de los acerbos dolores espirituales de su divino Hijo, contemplando la
inutilidad de su infinito sufrimiento para tantos que no querrán acogerse a su
misericordia insondable). Por otra parte ¿qué madre no lloraría viendo dirigirse
a su hijo a un precipicio?
¿Cómo podemos consolarla?: Cooperando para que muchas almas se
salven, uniendo nuestras penas y alegrías a las del Señor y a imagen de la
Virgen ser corredentores con Cristo de nuestros hermanos “completando en nuestro
cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo”. Nos dice la Virgen: “Que cada uno se
esfuerce, según su capacidad y posición, en ofrecerse enteramente al
Señor”.
Nos dice María: “Muchos hombres en este mundo afligen al Señor. Yo
deseo almas que lo consuelen para suavizar la ira del Padre Celestial. Yo deseo,
con mi Hijo, almas que reparen, con sus sufrimientos y pobreza, por los
pecadores e ingratos”. “Oración, penitencia y sacrificios valientes pueden
suavizar la cólera del Padre”.
Hablando humanamente, la ira del Padre pende sobre esta humanidad
disoluta que se hunde, en gran parte, en todo tipo de pecados. Por eso la Virgen
nos anuncia un terrible castigo si los hombres y mujeres no cambian. Este
castigo podría evitarse si la humanidad deja la senda del mal y se convierte. Y
podrá suavizarse y aplazarse si muchos fieles unidos a los dolores de Cristo y
su santa Madre interceden por dicha humanidad.
Dice así nuestra Madre: “Si los hombres no se arrepienten y se
mejoran, el Padre infligirá un terrible castigo a toda la humanidad. (...) Fuego
caerá del cielo y eliminará a gran parte de la humanidad, tanto a los buenos
como a los malos, sin hacer excepción de sacerdotes y fieles”. (Para los malos
será castigo, para los buenos ocasión de merecer para sí y los demás con sus
sufrimientos).
Mención aparte merece la profecía de la crisis en la Iglesia.
Parece un eco de las palabras del Papa Pablo VI: “El humo de Satanás ha
penetrado en la Iglesia”.Y también un anuncio de las heridas a la unidad
interior de la Iglesia, que recuerdan otros mensajes de otras apariciones: “La
obra del demonio se infiltrará hasta dentro de la Iglesia, de tal manera que se
verán cardenales contra cardenales, obispos contra obispos. Los sacerdotes que
me veneran serán despreciados (...),”
En estos tiempos críticos nos llama la Virgen a la oración por
sacerdotes, obispos y Papa. Y da alas a nuestra esperanza y
confianza:
“Reza mucho la oración del Rosario. Sólo yo puedo salvarles de las
calamidades que se acercan. Aquellos que ponen su confianza en mí se
salvarán”.
(Información procedente de las “Siervas de los Corazones
Traspasados de Jesús y María”)