El «problema» se está escapando de las manos, en el sentido de que la falta de reacción lo agrava cada día que pasa.
Está claro que Hungría se está situando a la cabeza de los países europeos que no están dispuestos a perder su identidad cristiana. Con su nueva Constitución recién aprobada, que ratifica esas raíces y hace bandera por la vida y por la familia, el Gobierno húngaro de Viktor Orban, presidente de turno de la Unión Europea, ha organizado un congreso cerca de Budapest que está sirviendo para denunciar la persecución de cristianos.
En la Conferencia Internacional sobre el Diálogo Interreligioso entre Cristianos, Judíos y Cristianos, el sociólogo italiano Massimo Introvigne, experto en sectas y representante de la OSCE para la lucha contra la intolerancia y la discriminación contra los cristianos, ha aportado una cifra escalofriante: cada año son asesinados por su fe cristiana 105.000 personas. La cifra no incluye los cristianos muertos por otras razones en las distintas guerras que asolan el planeta.
"Cada cinco minutos", dijo Introvigne, "muere un cristiano por su fe. Si estas cifras no gritan al mundo, si no se detiene esta plaga, si no se reconoce que la persecución de los cristianos es la primera emergencia mundial en materia de violencia y de discriminación religiosa, el diálogo entre religiones sólo producirá congresos estupendos, pero ningún resultado concreto".
Un diplomático egipcio presente en el congreso, Aly Mahmoud, afirmó allí que en su país, donde se están produciendo gravísimos ataques contra las iglesias coptas, van a llegar leyes que prohibirán a los imanes musulmanes discursos de incitación al odio o la congregación de manifestaciones hostiles a las puertas de los templos.
Pero puede que para entonces sea tarde. El cardenal Peter Erdö, arzobispo de Budapest, alertó de que muchas comunidades cristianas en Oriente Medio morirán porque tendrán que huir: "Que Europa se prepare a una nueva oleada inmigratoria, esta vez de cristianos que huyen de la persecución".
Y muchos de ellos, niños. Más de un millón de pequeños son víctimas de esta persecución anticristiana, según afirmó el metropolita Hilarín, encargado de relaciones exteriores de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Está claro que Hungría se está situando a la cabeza de los países europeos que no están dispuestos a perder su identidad cristiana. Con su nueva Constitución recién aprobada, que ratifica esas raíces y hace bandera por la vida y por la familia, el Gobierno húngaro de Viktor Orban, presidente de turno de la Unión Europea, ha organizado un congreso cerca de Budapest que está sirviendo para denunciar la persecución de cristianos.
En la Conferencia Internacional sobre el Diálogo Interreligioso entre Cristianos, Judíos y Cristianos, el sociólogo italiano Massimo Introvigne, experto en sectas y representante de la OSCE para la lucha contra la intolerancia y la discriminación contra los cristianos, ha aportado una cifra escalofriante: cada año son asesinados por su fe cristiana 105.000 personas. La cifra no incluye los cristianos muertos por otras razones en las distintas guerras que asolan el planeta.
"Cada cinco minutos", dijo Introvigne, "muere un cristiano por su fe. Si estas cifras no gritan al mundo, si no se detiene esta plaga, si no se reconoce que la persecución de los cristianos es la primera emergencia mundial en materia de violencia y de discriminación religiosa, el diálogo entre religiones sólo producirá congresos estupendos, pero ningún resultado concreto".
Un diplomático egipcio presente en el congreso, Aly Mahmoud, afirmó allí que en su país, donde se están produciendo gravísimos ataques contra las iglesias coptas, van a llegar leyes que prohibirán a los imanes musulmanes discursos de incitación al odio o la congregación de manifestaciones hostiles a las puertas de los templos.
Pero puede que para entonces sea tarde. El cardenal Peter Erdö, arzobispo de Budapest, alertó de que muchas comunidades cristianas en Oriente Medio morirán porque tendrán que huir: "Que Europa se prepare a una nueva oleada inmigratoria, esta vez de cristianos que huyen de la persecución".
Y muchos de ellos, niños. Más de un millón de pequeños son víctimas de esta persecución anticristiana, según afirmó el metropolita Hilarín, encargado de relaciones exteriores de la Iglesia Ortodoxa Rusa.