sábado, 8 de outubro de 2011

Un sacerdote canadiense de 85 años, proscrito por su obispo por molestar al alcalde homosexual

In Religi]on en Libertad

"Es hora de apartar de la Iglesia todo cuanto haya en ella de mundano", dijo el Papa en Alemania en su viaje de finales de septiembre. Pero hay algunos prelados que interpretan estas palabras con un sentido inverso de la mundanidad, apartando a quienes la critican.

Así se está viendo el caso del sacerdote Donat Gionet, de 85 años, quien celebró el año pasado sus bodas de oro sacerdotales rodeado del cariño de sus fieles en su parroquia de San Felipe, en Burlington, en Ontario (Canadá). Allí lleva desde 1985 sirviendo a la comunidad francófona de la ciudad, con el respeto de unos y de otros.

Pero todo comenzó a torcerse justo en los días en los que Benedicto XVI visitaba su país natal. En una homilía dominical, Don Donato fue muy explícito: "Las puertas del infierno que quieren destruir la Iglesia son la obra de Satanás, desde los primeros principios de la Iglesia hasta nuestros días. Pero hoy somos nosotros, los católicos, quienes destruimos nuestra Iglesia católica. No tenemos más que contemplar el número de abortos entre los católicos, los homosexuales, y a nosotros mismos: nosotros mismos destruimos nuestra Iglesia".

Cuando dijo "nosotros mismos", Gionet se señaló el pecho: "Con ese gesto quería referirme a nosotros los sacerdotes", aclaró después.

El obispo de Bathurst, Valéry Vienneau, decidió tomar cartas en el asunto y ha sancionado al sacerdote retirándole el cargo parroquial y destinándole a un hospital de cuidados paliativos, con prohibición de decir misa pública. ¿Por qué? Porque Don Donato se negó a modificar los términos en que denunciaba los ataques a la doctrina de la Iglesia: "Cuando me preguntaron si iba a continuar utilizando el mismo tono, dije que sí. Para mí es importante decir la verdad", explicó el anciano pastor de almas en una carta abierta tras conocer las medidas del obispo contra él.

Desde la diócesis reconocen que el padre Gionet no ha faltado a la doctrina católica. Wesley Wade, vicario general, dijo a Radio Canadá que sus palabras estaban en consonancia con las enseñanzas de la Iglesia: "Lo que le faltó principalmente fue una aproximación pastoral. Tal vez una falta de respeto a personas con nombres y apellidos y a grupos de personas, que han provocado división en la comunidad".

Entre las personas con nombres y apellidos a las que se refería Wade figura el alcalde de Saint-Leolin, Joseph Lanteigne, que forma parte del consejo parroquial... y proclama su homosexualidad abiertamente. Fue él quien pidió que el sacerdote fuese suspendido, acusándole de homofobia.

A finales de agosto, Gionet había criticado en su homilía la manifestación del Orgullo Gay en Moncton (New Brunswick). Pero no sólo el acto en sí, sino su trivialización con que muchos católicos lo consideran una celebración festiva y divertida, incluso acudiendo a verlo: "¿Qué pensaríais de alguien que, al ver derrumbarse las Torres Gemelas el 11 de septiembre, se pusiese a aplaudirlo como espectáculo? ¡No se debe apoyar al mal, sea en la forma que sea!".

"¿Me habéis preguntado qué dije exactamente en aquella homilía?", le dice el viejo sacerdote a sus superiores: "No. Sólo escucharon la opinión de algunos frustrados", sentenció, demostrando que la obediencia al cumplir el severo castigo de no poder celebrar ante sus feligreses, es compatible con la entereza de espíritu para mostrar su disconformidad.