MADRID, 06 Abr. 10 / 08:27 am (ACI)
El poeta, novelista, columnista y ensayista judío Jon Juaristi, publicó el Domingo de Resurrección un artículo en el diario español ABC en el que señala que "no es necesario ser católico" para ver hacia dónde apunta la campaña mediática contra el Papa Benedicto XVI y la Iglesia, que sólo busca vender y sacar a los católicos de la esfera pública.
En su artículo titulado "Justicieros", Juaristi señala que "a riesgo de resultar un pelmazo, vuelvo sobre el tema de mis columnas anteriores, porque la marabunta sigue rugiendo y muchos periodistas y blogueros por libre pretenden ahora que el Papa presente su dimisión. Lo de una hipotética dimisión papal tiene más morbo para este tipo de personal, dicho sea de paso, que los propios actos de pedofilia o efebofilia cometidos por curas, que se van revelando como puro pretexto para acorralar a Benedicto XVI".
"Y es que sólo el Papa y la Iglesia se han tomado en serio este asunto. Explotando el escándalo, la prensa amarilla sólo busca vender, y la progre, sacar a los católicos del espacio público, o al menos, si la campaña no diera para tanto, dejar la reputación del clero por los suelos", prosigue.
Juaristi recuerda luego que "por si no lo he dicho ya suficientes veces, no soy católico, pero ni a mí se me escapa la inmensa talla moral del actual Pontífice en comparación con sus actuales y pululantes detractores, verdadera masa de acoso".
"No es necesario ser católico para ver con claridad hacia dónde conduce esta batida mediática contra la Iglesia, y, aunque admito que la condición de judío ayuda lo suyo a intuirlo, creo que basta con entender que el justicierismo supone siempre una corrupción del recto sentido de la justicia. Éste se ha eclipsado desde que Benedicto XVI hizo pública su carta a los católicos irlandeses".
Desde ese momento, denuncia Juaristi, "el blanco de los ataques ya no lo constituyen los curas pederastas y los obispos encubridores, sino el Papa, contra el que se ha movilizado la progresía justiciera, tomando la carta en cuestión como un síntoma de debilidad, cuando ha sido, a todas luces, una demostración de fuerza moral que deja en evidencia la incapacidad flagrante del progresismo para llevar a cabo una crítica análoga de sus propias iniquidades".
"Como en este caso no parece que vaya a funcionar el principio de que, herido el pastor, se dispersarán las ovejas, es previsible que la campaña arrecie durante algún tiempo y que la escena se llene –ya está pasando– de espontáneos que nos cuenten lo que sufrieron con el cura pedófilo que les correspondió", continúa.
Finalmente el columnista judío señala que esta manera de proceder "es el correlato obligado del justicierismo: la socialización de la condición de víctima, la cultura de la queja. Pero a esto ya nos tienen acostumbrados. ¿Qué progre no tiene un abuelo fusilado por Franco, enterrado en barranco ignoto o en cuneta polvorienta? Lo malo es que, como pasa siempre, la moneda falsa expulsa la buena del mercado y el quejica justiciero acabará por apantallar el dolor de las verdaderas víctimas".